Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Cuarto

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Imitación de Cristo

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Libro 4 - Cap 1

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Capítulo I
 

VOZ DE CRISTO

Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y Yo os aliviaré, dice el Señor.

El pan que Yo daré, es mi carne por la vida del mundo.

Tomad y comed, este es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros: haced esto en memoria de Mí.

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanecerá en Mí y Yo en él.

 

CAPÍTULO PRIMERO

Con cuánta reverencia se ha de recibir a Jesucristo.

VOZ DEL DISCÍPULO

1. Estas son tus palabras, ¡oh Cristo, Verdad eterna! Aunque no fueron dichas en un mismo tiempo ni escritas en un mismo lugar.

Y pues son tuyas y verdaderas, debo yo recibirlas todas con gratitud y con fe.

Tuyas son, pues Tú las dijiste; y también son mías, pues las dijiste por mi bien.

Las recibo muy de grado de tu boca, para que queden grabadas más profundamente en mi corazón.

Me enardecen palabras de tanta piedad, llenas de dulzura y de amor; pero también mis propios pecados me espantan, y mi impura conciencia me retrae de recibir tan altos misterios.

La dulzura de tus palabras me excita; mas la multitud de mis vicios me oprime.

2. Me mandas que llegue a Ti confiadamente si quiero tener parte contigo, y que reciba el manjar de la inmortalidad si deseo alcanzar la vida y la gloria eternas.

Venid a Mí, dices, todos los que trabajáis y estáis cargados, y Yo os aliviare.

¡Cuán dulces y amables son a los oídos del pecador estas palabras, con las cuales Tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la comunión de tu santísimo Cuerpo!

Mas ¿quién soy yo, Señor, para que presuma llegar a Ti?

Veo que no cabes en los cielos de los cielos, y Tú dices: Venid a Mí todos.

3. ¿Qué significa esta piadosísima dignación y este amistosísimo convite?

¿Cómo osaré llegar a Ti, no reconociendo en mí cosa buena en que pueda confiar?

¿Cómo te hospedaré en mi morada, habiéndote ofendido tantas veces en tu benignísima presencia?

Los Ángeles y Arcángeles tiemblan; temen los Santos y los justos; ¿y Tú dices: Venid a Mí todos?

Si no fueses Tú, Señor, el que lo dice, ¿quién lo creería?

Y si Tú no lo mandases, ¿quién osaría llegarse a Ti?

4. Noé, varón justo, trabajó cien años en fabricar un arca para salvarse en ella con pocas personas: ¿y cómo podré yo prepararme en una hora para recibir con la debida reverencia al Criador del mundo?

Moisés, tu gran siervo y tu amigo especial, hizo un área de madera incorruptible, y la guarneció de oro purísimo, para depositar en ella las tablas de la Ley; ¿y yo, miserable criatura, osaré recibirte tan fácilmente a Ti, hacedor de la ley y dador de la vida?

Salomón, el más sabio de los reyes de Israel, edificé en siete años un templo magnífico en honor de tu nombre.

Celebró la fiesta de su dedicación por espacio de ocho días; ofreció mil hostias pacíficas, y colocó solemnemente y entre músicas y regocijos el arca de la alianza en el lugar que le estaba preparado.

Y yo, infeliz y el más miserable de los hombres, ¿cómo te introduciré en mi casa, empleando apenas media hora para recogerme devotamente? ¡Y ojalá que alguna vez emplease bien esta media hora!

5. ¡Oh Dios mío! ¿Qué no hicieron aquellos para agradarte?

Mas ¡ay de mí!, ¡cuán poco es lo que yo hago! ¡Cuán breve tiempo empleo en disponerme para la Comunión!

Rara vez estoy del todo recogido, y rarísima vez me hallo libre de toda distracción.

Y ciertamente que en tu saludable y divina presencia no debiera ocurrirme pensamiento alguno poco decente, ni ocuparme criatura alguna; porque no voy a hospedar en mi corazón a un Ángel, sino al Señor de los Ángeles.

6. Y aun hay grandísima diferencia entre el área de la alianza con el depósito que contenía, y tu purísimo Cuerpo con sus inefables virtudes; entre aquellos sacrificios de la Ley antigua, que figuraban los venideros, y la verdadera hostia de tu Cuerpo, que es el cumplimiento de todos los antiguos sacrificios.

7. ¿Por qué, pues, no me inflamo mas en tu venerable presencia?

¿Por qué no me dispongo con mayor cuidado para recibirte en el santo Sacramento; cuando aquellos antiguos justos, Patriarcas y Profetas, Reyes y Príncipes, con todo el pueblo, mostraron tanta devoción para el culto divino?

8. El devotísimo rey David danzó, lleno de entusiasmo, delante del arca de Dios, acordándose de los beneficios dispensados en otro tiempo a sus padres: hizo varios instrumentos músicos; compuso salmos, y ordenó que fuesen cantados con alegría; y aun él mismo los cantaba con frecuencia al son del arpa, inspirado de la gracia del Espíritu Santo: enseñó al pueblo de Israel a alabar a Dios de todo corazón, y a bendecirle y engrandecerle todos los días con voces acordes.

Si tanta era entonces la devoción, y tanto se pensó en alabar a Dios delante del arca del Testamento, ¡cuánta reverencia y devoción debo tener yo, y todo el pueblo cristiano, en presencia del Sacramento y al recibir el sacratísimo Cuerpo de Cristo!

9. Muchos viajan a diversos lugares para visitar las reliquias de los Santos; se maravillan de oír sus hechos; contemplan los magníficos edificios de los templos, y besan las sagradas reliquias guardadas en oro y seda.

Y Tú estas aquí presente, delante de mí, en el altar, Dios mío, Santo de los Santos, Criador de los hombres y Señor de los Ángeles.

Muchas veces los hombres hacen aquellas visitas por la novedad y por la curiosidad de ver cosas que nunca habían visto; así es que reportan muy poco fruto de enmienda, mayormente cuando hacen esas peregrinaciones para satisfacer su imaginación, y sin contrición verdadera.

Mas aquí, en el Sacramento del altar, estás todo presente, Jesús mío, Dios y hombre: en él se perciben abundantes frutos de salud eterna todas las veces que se te recibe digna y devotamente.

Y a esto no nos trae ninguna liviandad, ni curiosidad, ni sensualidad; sino la fe constante, la devota esperanza, la pura caridad.

10. ¡Oh Dios invisible, Criador del mundo! ¡Cuán maravillosamente obras sobre nosotros! ¡Cuán suave y graciosamente te portas con tus escogidos, a quienes te ofreces en este Sacramento para que te reciban!

Esto, en verdad, excede a todo entendimiento; esto cautiva de un modo especial los corazones de los devotos, y enciende su afecto.

Porque tus fieles verdaderos, que se disponen para la enmienda de toda su vida, reportan continuamente de este dignísimo Sacramento grande gracia de devoción y amor de la virtud.

11. ¡Oh admirable y escondida gracia de este Sacramento, que solo se deja sentir de los fieles de Cristo, y que no pueden gustar los infieles y los que viven esclavos del pecado!

En este Sacramento se da gracia espiritual, se repara en el alma la virtud perdida, y reflorece la hermosura afeada por el pecado.

Es tanta algunas veces esta gracia, que, por la abundancia de devoción que infunde, no solo el alma, sino también el cuerpo flaco, se siente robustecido con mayores fuerzas.

12. Porque es muy de sentir y de llorar nuestra tibieza y flojedad, porque no nos enardecemos con mayor afecto para recibir a Cristo, en quien está fundada toda esperanza y el mérito de los que se han de salvar.

Porque Él es nuestra santificación y redención; Él es el consuelo de los que peregrinamos en esta vida, y el gozo eterno de los Santos.

Y así es muy digno de llorarse el poco caso que muchos hacen de este saludable Sacramento, que llena el cielo de alegría y conserva al universo mundo.

¡Oh ceguedad y dureza del corazón humano, que tan poco atiende a tan inefable don, y que lo mira con indiferencia por la mucha frecuencia con que puede gozarlo!

13. Porque si este santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar, y se consagrase por un solo sacerdote en todo el mundo, ¡con cuánto deseo acudirían los hombres a aquel lugar y a aquel sacerdote de Dios para asistir a la celebración de los divinos oficios!

Mas ahora hay muchos sacerdotes, y Jesucristo es ofrecido en muchos lugares, para que se manifieste tanto mayor la gracia y el amor de Dios para con los hombres, cuanto la sagrada Comunión es mas liberalmente distribuida en todo el mundo.

Gracias a Ti, buen Jesús, Pastor eterno, que te dignaste recrearnos a nosotros, pobres y desterrados, con tu precioso Cuerpo y Sangre, y convidarnos a recibir estos misterios con palabras salidas de tu propia boca, diciendo: Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y Yo os aliviaré.

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