Tomás de Kempis - Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

"Imitación de Cristo"

Libro Tercero:

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Imitación de Cristo

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Libro 3 - Cap 26

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Capítulo XXVI
 

De la elevación del espíritu libre, la cual se alcanza más con la oración humilde que con la lectura.

 

1. Señor, obra es de varón perfecto no entibiar nunca el ánimo en la consideración de las cosas celestiales, y entre muchos cuidados pasar casi sin cuidado, no a la manera de un estúpido, sino con la prerrogativa de una voluntad libre, que no pone desordenado afecto en criatura alguna.

2. Ruégate, piadosísimo Dios mío, que me preserves de los cuidados de esta vida, para que no me vea enredado en ellos y para que no me deje llevar del deleite, ni de las muchas necesidades del cuerpo; ayúdame asimismo en los muchos impedimentos del alma, para que, oprimido de mortificaciones, no caiga de mi estado.

No hablo de las cosas que la vanidad mundana codicia con tanto afecto, sino de aquellas miserias que entibian y agravan el alma de tu siervo por efecto de la común maldición del género humano, y hacen que no pueda gozar de la santa libertad del espíritu siempre que quisiere.

3. ¡Oh Dios mío, dulzura inefable! Conviérteme en amargura todo consuelo carnal que me aparte del deseo de las delicias eternas y me arrastre a él con la apariencia de un bien momentáneo.

No me venzan, Dios mío, la carne y la sangre; no me engañen el mundo y su gloria pasajera; no me hagan caer el demonio y su astucia.

Dame fortaleza para resistir, paciencia para sufrir, constancia para perseverar.

Dame en lugar de todos los consuelos del mundo la suavísima unción de tu espíritu; y en lugar del amor carnal infúndeme el amor de tu santo Nombre.

4. Porque la comida, la bebida, el vestido, y todo lo demás necesario al sustento del cuerpo, son otras tantas cosas que debilitan el fervor del espíritu.

Concédeme usar con templanza de todo lo necesario, y que no me ocupe en ello con sobrado afecto.

No es lícito dejarlo todo, porque se ha de sustentar la naturaleza; pero la ley santa prohibe buscar lo superfluo y lo que más deleita; pues con ello la carne se rebelaría contra el espíritu.

Ruégate, Señor, que me rija y enseñe tu mano en estas cosas, para que en nada me exceda.

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Libro 3 - Cap 26

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