Aunque renieguen de mí
los críticos de que trato,
para darles un mal rato,
en otra fábula aquí
tengo de hacer su retrato.
Estando, pues, un trapero
revolviendo un basurero,
ladrábanle, como suelen
cuando a tales hombres huelen,
dos parientes del Cerbero.
Y díjoles un lebrel:
«Dejad a ese perillán,
que sabe quitar la piel
cuando encuentra muerto un can,
y cuando vivo, huye de él».