Una vez había un potro obscuro. Su nombre era Potro-Obscuro.
Siempre se llevaba a los niños y las niñas a la Gran Ciudad del Sueño.
Se los llevaba todas las noches. Todos los niños y las niñas querían montar sobre el Potro-Obscuro.
Una noche encontró a un niño. El niño dijo:
¡Llévame, caballo
pequeño,
a la gran ciudad
del sueño!
-¡Monta! -dijo el Potro-Obscuro.
Montó el niño y fueron galopando, galopando, galopando.
Pronto encontraron en el camino a una niña.
La niña dijo:
¡Llévame, caballo pequeño,
a la gran ciudad del sueño!
-¡Monta a mi lado! -dijo el niño.
Montó la niña y fueron galopando, galopando, galopando.
Pronto encontraron en el camino un perro blanco.
El perro blanco dijo:
¡Guado, guado, guaguado!
¡A la gran ciudad del sueño
quiero ir montado!
-¡Monta! -dijeron los niños.
Montó el perro blanco y fueron galopando, galopando, galopando.
Pronto encontraron en el camino una gatita negra.
La gatita negra dijo:
¡Miaumido, miaumido,
miaumido!
¡A la gran ciudad del sueño
quiero ir, ya
ha obscurecido!
-¡Monta! -dijeron los niños y el perro blanco.
Montó la gatita negra y fueron galopando, galopando, galopando.
Pronto encontraron en el camino a una ardilla gris.
La ardilla gris dijo:
¡Llévenme ustedes,
por favor,
a la gran ciudad del sueño,
donde no hay pena
ni dolor!
-¡Monta! -dijeron los niños, el perro blanco y la gatita negra.
Montó la ardilla gris y fueron galopando, galopando, galopando.
Galopando y galopando, hicieron leguas y leguas de camino.
Todos eran muy felices. Todos cantaban, y cantaban, y cantaban.
El niño dijo:
-¡Deprisa, deprisa, Potro-Obscuro! ¡Ve más deprisa! -Pero el Potro-Obscuro iba despacio. El Potro-Obscuro iba despacio, despacio, despacio.
Había llegado a la gran ciudad del sueño.
Los niños, el perro blanco, la gatita negra y la ardilla gris estaban dormidos. Todos estaban dormidos al llegar el Potro-Obscuro a la Gran Ciudad del Sueño. |