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Hermanos Grimm

"La bola de cristal"

Biografía de Hermanos Grimm en Wikipedia

 
 
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Música:Schubert's Allegretto.
 

La bola de cristal

 

Érase una vez una bruja que tenía tres hijos; los tres hermanos se querían fraternalmente, pero la vieja desconfiaba de ellos, pues pensaba que le querían robar su poder. Entonces convirtió al mayor en un águila, que fue a vivir a una montaña rocosa, y a veces se le veía cernirse en el cielo haciendo grandes círculos de arriba abajo. Al segundo lo convirtió en una ballena, que fue a vivir a las profundidades del mar, y solamente se veía cómo a veces lanzaba un poderoso chorro de agua a la superficie. Ambos recobraban su aspecto natural sólo dos horas al día. El tercer hijo, temiendo que ella quisiera transformarlo en un animal feroz, en un oso o en un lobo, se marchó secretamente de la casa.

Había oído decir que en el palacio del sol dorado vivía una princesa encantada esperando su liberación; pero estaba en juego la vida del que intentase liberarla: de hecho ya veintidós jóvenes habían sufrido una muerte miserable, y sólo otro más podría intentarlo ya: después no habría más oportunidades. Como su corazón no sentía miedo alguno, se decidió a buscar el palacio del sol dorado. Anduvo durante largo tiempo sin poder encontrarlo. Entonces fue a parar a un gran bosque del que no sabía salir. De pronto divisó en la lejanía dos gigantes que le hicieron señas; cuando se acercó a ellos, dijeron:

— Estamos peleando por un sombrero para ver quién se lo lleva, pero, como somos los dos igual de fuertes, no puede ninguno vencer al otro. Los hombres pequeños son más inteligentes que nosotros y, por eso, queremos dejarte a ti la decisión.

— ¿Pero cómo podéis pelearos por un sombrero? — dijo el joven.

— Tú no sabes las cualidades que tiene: es un sombrero maravilloso, y el que se le ponga puede desear ir al sitio que quiera y estar allí en un momento.

— Dadme el sombrero — dijo el joven — ; voy a adelantarme un poco y, cuando os llame, echad a correr: el primero que me alcance se llevará el sombrero.

Se puso el sombrero y partió sin dejar de pensar en la princesa; se olvidó de los gigantes y siguió andando. De pronto suspiró en lo más profundo de su corazón y dijo:

— ¡Ay! ¡Si estuviera ya en el palacio del sol dorado...!

Apenas habían salido estas palabras de sus labios, cuando se encontró en una gran montaña ante la entrada del palacio.

Entró y recorrió todas las habitaciones, hasta que en la última encontró a la princesa. ¡Pero cuál no sería su horror al verla! Tenía el rostro color gris ceniza, lleno de arrugas, los ojos turbios y los cabellos rojos.

— ¿Sois vos la princesa cuya belleza alaba todo el mundo ? — exclamó.

— ¡Ay! — respondió ella — . Esta no es mi apariencia; los ojos humanos sólo pueden verme bajo esta fealdad; pero, para que sepas cuál es mi verdadero aspecto, mira en el espejo que no se deja engañar: él te mostrará mi imagen como es en realidad.

Le dio el espejo en la mano y vio en él la imagen de la doncella más hermosa que había en la tierra, y vio cómo, de tristeza, le rodaban las lágrimas por las mejillas.

A continuación dijo él:

— ¿Y qué hay que hacer para liberarte? A mí no me asusta ningún peligro. Ella dijo:

— El que consiga la bola de cristal y la ponga ante el mago romperá su poder, y yo recobraré mi verdadera apariencia. ¡Ay! — añadió ella — . Ya muchos han perdido la vida en el intento, y me da pena que expongas tu sangre joven a tamaños peligros.

— Nada me detendrá — dijo él — , pero dime qué tengo que hacer.

— Tienes que saberlo todo — dijo la princesa — . Cuando bajes la montaña donde se encuentra el palacio, verás en un manantial un urogallo salvaje y tendrás que luchar con él. Si tienes la suerte de vencerlo, se convertirá en un pájaro de fuego que se elevará volando y que lleva en su cuerpo un huevo ardiendo, en el que está escondida, en forma de yema, la bola de cristal. No dejará caer el huevo hasta que se vea obligado a ello; pero, si el huevo cae a tierra, se prenderá y quemará todo lo que haya en su proximidad, y el mismo huevo se diluirá y con él la bola de cristal: entonces todos tus esfuerzos habrán sido vanos.

El joven descendió en dirección al manantial donde el urogallo resoplaba y le gruñía. Después de una larga pelea le clavó su espada en el cuerpo y él se desplomó. En ese momento salió de él un pájaro de fuego que quiso alejarse volando, pero un águila que pasaba por las nubes — y que era el hermano del joven — se precipitó hacia él, lo acosó hasta el mar y lo atacó a picotazos, de tal modo que ante el acoso dejó caer el huevo.

Pero no cayó en el mar, sino en una cabaña de pescadores, la cual empezó a echar humo y a arder. Pero entonces surgieron del mar dos enormes olas, que anegaron la cabaña y dominaron el fuego.

Era su otro hermano, la ballena, que se había aproximado nadando y había hecho subir el agua hasta la superficie. Cuando se apagó el incendio, el joven buscó el huevo y tuvo la suerte de encontrarlo, no se había diluido, pero la cáscara, al refrescarse tan repentinamente por el agua fría, se quebró, y pudo sacar la bola de cristal sin daño alguno.

El joven se presentó ante el mago y le puso delante la bola de cristal. Entonces el mago habló así:

— Mi poder ha sido destruido y, de ahora en adelante, tú eres el rey del palacio del sol dorado. También podrás devolver a tus hermanos su apariencia humana.

El joven se apresuró a ir a buscar a la princesa y, al entrar en su habitación, se la encontró en todo el esplendor de su belleza. Ambos, llenos de gozo, intercambiaron sus anillos.

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