Palpitan como alas de pájaros en fuga
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.
De la dorada costa la palidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rostro parece que me enjuga
las lágrimas pueriles el beso maternal.
Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y la marcha del inviolado zafir de la extensión.
Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparcen a lo lejos dos voces femeninas,
quién sabe qué ternura que moja el corazón.. |