El anfitrión campechano pidió a voz en grito en el comedor del figón solitario:
- ¡Eh de la casa! ¡Vino, cordero y un besugo por barba!
Nadie respondía, y entonces el caballero estentóreo volvió a gritar:
-¡Lo dicho! ¡Vino, cordero y un besugo por barba!
Era disparatado pero pintoresco el buen ver de aquel conjunto de caballeros con aquellas barbas plateadas que tenían cola de pescado en la punta.
Escamadísimos y corridos se fueron de la posada misteriosa buscando la barbería en que les descañonasen de sus absurdas barbas de besugo. |