Los senos de las criadas son senos que dan origen a sentimientos sordos y enconados.
Son como animales domésticos, que corren por la casa, que andan sueltos por ella y la alegran un poco.
Eso que es visible, una urbanidad y una política hipócrita hace como que no lo ve. Animan la mañana sobre todo, y dan a la casa más ambiente casero, más sabor humano.
Parece que cantan en la criada de otra manera que canta su boca, y son la gracia rústica de su trajín.
Son senos silvestres y retozones. Son como la cebolla que condimenta e aire de la casa, la cebolla humana y sen sual, la cebolla barata.
Sobre todo el empaque que tiene la casa se destaca el que son verdaderamente, indudablemente senos de mujer. Las señoras de la casa evitarían que se viese eso, pero no pueden. Es demasiado elocuente su presencia y tiene derechos más fuertes que todo el señorío Que domina aún el mundo. Su rebeldía es manifiesta y no puede menos de admitirse teniéndose que tragar la pildora la señora. Los señoritos y el señoríos ven demasiado, y a veces los buscan, aunque son senos ingratos y sucios, de una imaginación roma, senos que no comprenden, senos descarados que abusan de su condescendencia sombría o que sufren el vilipendio del hombre más espantosamente desleal que es el señorito que niega a la luz del día sus cosas de la sombra.
(Revista “Flirt” de Madrid, 16 de febrero de 1922) |