Parece que ha habido un hombre de instintos temerarios que se ha comido unos senos de mujer, como se comen unas naranjas sin mondarlas ni repartirlas en gajos, sino mordiéndolas y chupando.
Quizá unos senos comidos con el valiente apetito con que se podría realizar este acto sepan a ancas de rana o cosa por el estilo. Y su pezón, su pezón debe saber como el tostado pezón de los panes que acaban en punta, en una punta exquisita.
También parece que algunos senos deben saber a guayaba |