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Johann Wolfgang von Goethe

"Las desventuras del joven Werther"

Libro Segundo

Carta 76

Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia

 
 

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Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108
 

Las desventuras del joven Werther

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Libro Segundo

Carta 76

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15 de noviembre de 1772

Te doy gracias, Guillermo, por el tierno interés que me manifiestas y por los buenos consejos que me das; pero te ruego que no te alarmes, que me dejes arrostrar la crisis. A pesar de mi abatimiento, me siiento aún con bastantes fuerzas para llegar hasta el fin. Respeto la religión, bien lo sabes: para el que desmaya es un apoyo; para el que se siente devorado por la sed es un bálsamo vivificante. Pero ¿puede ni debe dar a todos la salud? ¿A cuántos ha dejado de dársela, y a cuántos no se la dará jamás, conózcanla o no la conozcan? Y a mí ¿me salvará? ¿El mismo hijo de Dios no dijo que sólo estarán con él los que su Padre le dé? ¿Y si su Padre quiere reservarme para sí, como presiente mi corazón...? No interpretes mal mis palabras, ni veas, en lo que es una idea sencilla, la menor intención de mofa: te lo suplico. Te hablo con el corazón en la mano. A no ser así, preferiría callar, porque no me gusta perder el tiempo diciendo palabras vanas sobre materias de que los demás entienden tan poco como yo. ¿Qué otra misión puede tener el hombre más que la de llenar todo el camino con sus dolores, y apurar su cáliz hasta las heces? Y puesto que este cáliz fue amargo al mismo Dios del cielo, cuando se lo acercó a sus labios de hombre, ¿por qué he de fingir yo una fuerza sobrehumana, haciendo creer que lo encuentro dulce y agradable? ¿Por qué no he de confesar mi angustia en este momento en que mi ser tiembla y fluctúa entre la vida y la muerte, en que lo pasado se proyecta como un relámpago en el sombrío abismo de lo porvenir, en que todo lo que me rodea se desploma, y en que el mundo parece acabarse conmigo? ¿No reconoces la voz de la criatura extenuada, desfallecida, que se hunde sin remedio, a pesar de su inútil lucha, gritando con amargura: "¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" ¿Y ha de darme vergüenza esta exclamación, y he de temer que llegue el momento en que se escape de mi boca, cuando se escapó de la de Aquél cuya mano mueve los cielos ?

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