Johann Wolfgang von Goethe en AlbaLearning

Johann Wolfgang von Goethe

"Las desventuras del joven Werther"

Libro Segundo

Carta 74

Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia

 
 

[ Descargar archivo mp3 ]

 
Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108
 

Las desventuras del joven Werther

<<<

Libro Segundo

Carta 74

>>>
3 de noviembre de 1772

Bien sabe Dios cuántas veces me he dormido con el deseo y la esperanza de no despertar más. Y al día siguiente abro los ojos, vuelvo a ver la luz del sol y siento de nuevo el peso de mi existencia. ¡Ay! ¿por qué no seré un maniático de esos que la pegan con un tercero, o con el tiempo o con un negocio frustrado? Entonces, a lo menos la insoportable carga de mi desolación no pesaría sobre mí sino a medias. Por desgracia comprendo que la culpa es únicamente mía. ¡La culpa! No. Bastante es ya que lleve en mí la fuente de todos los dolores, como hace poco llevaba el manantial de todos los placeres. ¿No sigo siendo el mismo Werther que otras veces se deleitaba con los más puros goces de una exquisita sensibilidad, que a cada paso creía descubrir un paraíso, y cuyo corazón, abierto a un amor sin límites, era capaz de abrazar al mundo entero? Este corazón está ahora muerto, cerrado a todas las sensaciones; mis ojos están secos y mis acerbos dolores, que no tienen desahogo, llenan de tempranas arrugas mi frente. ¡Cuánto padezco! He perdido ese don del cielo, que por sí solo embellecía mi vida, esa fuerza vivificante que me hacía crear mundos a mi alrededor. Cuando desde mi ventana contemplo el horizonte y tras la cumbre de las colinas el sol disipa las brumas matinales, y desliza sus primeros rayos hasta el fondo de los valles, mientras el sosegado río corre mansamente hacia mí, serpenteando por entre los viejos troncos de los sauces desnudos; este admirable cuadro, ahora inanimado y frío como una estampa de color; este espléndido espectáculo, que otras veces ha hecho desbordarse a mi corazón, no derrama ahora en él ni una sola gota de entusiasmo o de contento, y el miserable está ahí inmóvil, árido, frente a su Dios, como una fuente agotada, como un cubo seco. Muchas veces me he arrodillado para pedir lágrimas al Señor, como el labrador implora la lluvia cuando ve sobre su cabeza un cielo cobrizo, y a sus pies la tierra abrasada.

Pero ¡ay!. Dios no concede la lluvia ni el sol a nuestros ruegos importunos. ¿Por qué aquel tiempo, cuyo recuerdo me mata, era para mí tan dichoso? Porque entonces yo esperaba confiado en que el cielo no me olvidaría, y recogía las delicias con que me embriagaba, en un corazón lleno de reconocimiento.

<<<

Libro Segundo

Carta 74

>>>
  Índice obra  
 

Índice del Autor

Cuentos y Novelas de Amor