"Las desventuras del joven Werther" Libro Segundo Carta 44
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Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia | |
Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108 |
Las desventuras del joven Werther |
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20 de enero de 1772 | ||
Necesito escribiros, mi querida Carlota, aquí, en un rincón de una pobre posada de aldea donde me he refugiado huyendo de una tempestad. Desde que me encuentro en este triste albergue de D***, entre personas extrañas, completamente extrañas a mi corazón, ni un instante, ni uno siquiera, he dejado de sentir imperiosa necesidad de escribiros. Vuestro ha sido mi primer pensamiento en esta cabaña, en esta soledad, en esta prisión, en tanto que la nieve y el granizo golpean contra mi ventana. Desde que entré aquí, ¡oh, Carlota!, vuestra imagen y vuestro recuerdo, este recuerdo tan vivo y tan santo, se han apoderado de mí y he creído, ¡Dios mio!, sentir todas las alegrías de nuestra primera entrevista. ¡Si pudierais verme, querida Carlota, en medio del torrente de distracciones que me asedian! Todas mis sensaciones se enervan y se embotan. Ni un solo momento de regocijo para mi corazón; ni el más insignificante solaz para mi alma. Nada, nada: estoy aquí como si asistiera a una función de sombras chinescas. Veo pasar y repasar delante de mí hombrezuelos y caballitos, y me pregunto muchas veces si no es esto una ilusión óptica. Yo formo parte de los personajes y desempeño también mi papel: mejor dicho, se me obliga a desempeñarlo, se me hace maniobrar como a un autómata. Si cojo la mano del que tengo más cerca, retrocedo con espanto, creyendo que es de madera. Por la noche hago proyecto de ir a ver la alborada del siguiente día: amanece y me quedo en la cama. De día acaricio la idea de ver después la luna; y llegada la noche, me olvido de ello en mi alcoba. Apenas me explico por qué me levanto y por qué me acuesto. Me falta la levadura que fermentaba mi vida; el encanto que me tenía despierto en las tinieblas de la noche y me desvelaba por las mañanas, se ha desvanecido. Sólo una criatura he encontrado aquí digna del nombre de mujer: la señorita B***. Se parece a mi querida Carlota, sí es que algo puede parecerse a vos. "¡Cómo! — diréis. — ¿Ahora me venís con galanterías?" Sí, no es esto del todo falso; desde hace algún tiempo soy muy lisonjero... porque no puedo ser otra cosa. Me doy aires de ingenioso y dicen las damas que nadie podrá hacer un elogio con más delicadeza que yo. Añadid: ni mentir, porque lo uno va siempre unido a lo otro. Me parece que os hablaba de la señorita B***. En el fuego de sus ojos azules se adivina desde luego la energía de su alma. Su posición la mortifica, porque no basta a satisfacer ninguno de los deseos de su corazón. Aspira a alejarse del torbellino social y soñamos horas enteras con una felicidad pura, en medio del campo. ¡Cuántas veces, Carlota, la he obligado a que os admire! ¿Obligado? No: su admiración es espontánea. ¡Tiene tanto gusto en oír hablar de Carlota! ¡La quiere tanto! iSi yo estuviese sentado a vuestros pies, en aquel gabinetito seductor y tranquilo, con los niños retozando a nuestro rededor! Cuando os molestase el ruido que hicieran, yo los agruparía y les obligaría a guardar silencio, refiriéndoles algún cuento pavoroso. El sol declina majestuosamente detrás de las colinas cubiertas de deslumbradora nieve; la tempestad ha pasado, y tengo que volverme a mi jaula. ¡Adiós! ¿Está Alberto a vuestro lado? ¿Qué digo? Dios me perdone esta pregunta. |
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