"Las desventuras del joven Werther" Libro Primero Carta 28
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Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia | |
Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108 |
Las desventuras del joven Werther |
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30 de julio de 1771 | ||
Ha llegado Alberto y yo me marcharé. Aunque él fuese el mejor y más noble de los hombres, y yo me reconociera inferior por todos conceptos, me sería insoportable que a mi vista poseyese tantas perfecciones. ¡Poseer!... Basta, Guillermo; el novio está aquí. Es un joven bueno y honrado que nadie puede menos de querer. Felizmente yo no he presenciado la llegada: me hubiera desgarrado el corazón. Es tan generoso, que ni una sola vez se ha atrevido aún a besar a Carlota en mi presencia. ¡Dios se lo pague! La respeta tanto que debo quererle. Se muestra muy afectuoso conmigo y supongo que esto más será obra de Carlota que efecto de su propia inclinación: las mujeres son muy mañosas en este punto y están en lo firme; cuando pueden hacer que dos de sus adoradores vivan en buena inteligencia, lo que pocas veces sucede, lo hacen, y el provecho indudablemente es para ellas. Sin embargo, no puedo negar mi estimación a Alberto. Su aspecto tranquilo forma marcadísimo contraste con mi carácter turbulento, que en vano desearía ocultar. Tiene una sensibilidad exquisita y no desconoce el tesoro que posee en Carlota. Parece poco dado al mal humor que, como sabes, es el vicio que más detesto. Me juzga hombre de talento, y mi amistad con Carlota, unida al mismo interés que tomo en todas sus cosas, da más valor a su triunfo y la quiere cada vez más. No me meteré en averiguar si suele atormentarla a solas con tal o cual chispazo de celos; pero confieso que si yo estuviese en su lugar no dejaría de sentirlos. Sea de ello lo que fuere, la alegría que yo experimentaba al lado de Carlota se ha desvanecido. ¿Diré que esto es locura o ceguedad? Pero ¿qué importa el nombre? la cosa no puede ser más clara. No sé hoy nada que no supiera antes de la llegada de Alberto; no ignoraba que no debía yo abrigar ninguna pretensión en cuanto a Carlota y tampoco la había abrigado, es decir, únicamente sentía lo que es inevitable sentir al contemplar tantos encantos, y así y todo, no sé qué me pasa al ver que el otro llega y se alza con la dama. Estoy que trino y me indigno contra todo el que diga que debo resignarme, y que como la cosa no tiene remedio... ¡vayan al diablo los razonadores! Vago por los bosques, y cuando llego a casa de Carlota y veo a Alberto sentado junto a ella, entre el follaje del jardinillo, y tengo precisión de detenerme, me vuelvo loco de atar y cometo mil necedades. —"En nombre del cielo — me ha dicho hoy Carlota, — os ruego que no repitáis la escena de anoche: estáis espantoso cuando os ponéis tan contento." Te diré para nosotros, que acecho todos los instantes en que él tiene quehacer; entonces corro al lado de ella, y me vuelvo loco de alegría siempre que la encuentro sola |
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