"Las desventuras del joven Werther" Libro Primero Carta 13
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Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia | |
Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108 |
Las desventuras del joven Werther |
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21 de junio de 1771 | ||
Paso unos días tan felices como los que Dios reserva a sus elegidos, y sucédame lo que me sucediere, no podré decir que no he saboreado los placeres más puros de la vida. Me he establecido enteramente en mi retiro de Wahlheim, que ya conoces; allí no me separa más que media legua de distancia de la casa de Carlota; allí estoy siempre contento, y gozo cuanto el hombre puede gozar en la tierra. Cuando elegí a Wahllieim por límite de mis excursiones, ¿cómo hubiera yo podido figurarme que estuviese tan cerca del cielo? ¡Cuántas veces, prolongando mis largos paseos, he visto más allá del río, ora desde la cima de la montaña, ora desde lo hondo del valle, esa casa de campo que hoy es el centro de todos mis deseos! He hecho, mi querido Guillermo, mil reflexiones sobre el afán con que el hombre pretende extenderse fuera de sí mismo, hacer nuevos descubrimientos y correr sin objeto alguno; después he meditado sobre la oculta inclinación que le hace buscarse límites y seguir el camino trillado, sin cuidarse de lo que hay a derecha o a izquierda. Cuando yo vine aquí y contemplé desde la colina este hermoso valle, me atrajo hacia él un encanto inconcebible... Allí el bosquecillo...—¡Ah, si tú pudieras descansar a su sombra! — Allá la cumbre de la montaña. — ¡Ah, si tú pudieras contemplar desde ella este soberbio paisaje! Y estas cordilleras, y estos valles solitarios... ¡Oh, quién pudiera perderse en su seno!... — Yo iba y venía sin encontrar jamás lo que buscaba. Con lo que está distante de nosotros sucede lo que con lo porvenir. Un horizonte inmenso y obscuro se extiende delante de nuestto espíritu; en él, al par que nuestras miradas, se sumergen nuestros sentimientos y ¡ay! ardemos en deseos de entregarle por completo nuestro ser, pensando saborear en toda su plenitud las delicias de una sensación grande, sublime, sin igual. Pero cuando hemos corrido para llegar; cuando el ailí se ha convertido en aquí, vemos que todo es como era antes, permanecemos en nuestra miseria, encerrados en el mismo círculo, y el alma suspira por la ventura que acaba de escapársele. Por eso el más inqueto vagabundo vuelve al fin los ojos hacia su patria y halla en su lugar, en los brazos de su esposa, en medio de sus hijos, y entregado a los cuidados que se impone para el bien de tan queridos seres, la dicha que en vano ha buscado por toda la tierra. Cuando al despuntar el día me pongo en camino para ir a mi nido de Wahlheim, y en la huerta de la casa donde me hospedo cojo yo mismo los guisantes, y me siento para quitarles las vainas al mismo tiempo que leo a Homero; cuando tomo un puchero en la cocina, corto la manteca, pongo las legumbres al fuego, las tapo y me coloco cerca para menearlas de cuando en cuando, entonces comprendo perfectamente que los orgullosos amantes de Penélope puedan matar, descuartizar y asar por sí mismos los bueyes y los cerdos. No hay nada que me llene de ideas más pacíficas y verdaderas que estos rasgos de costumbres patriarcales, y, gracias al Cielo, puedo emplearlos, sin que sea afectación, en mi método de vida. ¡Cuan feliz me considero con que mi corazón sea capaz de sentir el inocente y sencillo regocijo del hombre que sirve en su mesa la col que él mismo ha cultivado, y que, además del placer de comerla, tiene otro mayor recordando en aquel instante los hermosos días que ha pasado cultivándola, la alegre mañana en que la plantó, las serenas tardes en que la regó, y el gozo con que la veía medrar de día en día! |
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