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Johann Wolfgang von Goethe

"Las desventuras del joven Werther"

Libro Primero

Carta 6

Biografía de Johann Wolfgang von Goethe en Wikipedia

 
 

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Música: Brahms - Three Violín Sonatas - Sonata N 3 - Op. 108
 

Las desventuras del joven Werther

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Libro Primero

Carta 6

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17 de mayo de 1771

He trabado amistades de todas clases, aunque sin intimar con nadie. No sé qué atractivo puedo tener; pero muchos se complacen en mi compañía y se me pegan, y siento el separarme de ellos cuando sólo un breve rato seguímos el mismo camino. Si me preguntas cómo es la gente de este país, te diré: — "como la de todos." La especie humana es cosa muy uniforme. La inmensa mayoría emplea casi todo el tiempo en trabajar para vivir, y le abruma de tal modo la poca libertad de que goza, que pone de su porte cuanto puede para perderla. ¡Oh destino de los mortales!

Es muy buena gente. Si algunas veces me entrego con ella a los placeres que aún quedan a los hombres, como son el charlar alegre, franca y cordíalmente en tomo de una mesa bien servida, organizar una excursión al campo, un baile u otra diversión cualquiera, me encuentro en mi elemento, con tal de que no se me ocurra entonces la idea de que hay en mí otra porción de facultades que debo ocultar cuidadosamente, por más que se enmohezcan no ejercitándolas. Esto desgarra el corazón; y, sin embargo, es nuestro destino el ser desconocidos.

¡Ay!... ¿Por qué no existe ya la amiga de mi juventud? ¿Por qué la conocí? Me diré a mí mismo: — ''; Insensato! Buscas lo que nadie enaientra en la tierra." Y no obstante, yo lo he encontrado; yo he poseído aquel corazón, aquella alma superior, en cuya presencia me figuraba ser más de lo que soy, porque era cuanto yo podía ser. ¿Qué fuerza de mi espíritu, Dios mío, estaba entonces paralizada? ¿No podía yo desplegar ante ella la maravillosa sensibilidad con que mi corazón abraza la naturaleza? ¿No era nuestro trato una continua concatenación de los más delicados sentimientos, de los arrebatos más vehementes, cuyos matices, aun en los temas burlescos, llevaban el sello del genio? Y ahora... ¡ay! Tenía algunos años más que yo, y ha bajado antes al sepulcro. Nunca olvidaré su privilegiada razón y su divina indulgencia.

Hace unos días encontré a M.*** V.***, joven franco y expansivo, y de una fisonomía agradable. Ha acabado sus estudios y, sin presumir de genio, está convencido de que no todos saben tanto como él. Mis observaciones atestiguan que es laborioso; en resumen, tiene vastos conocimientos. Habiendo averiguado que dibujo y que sé griego (dos fenómenos en este país) cultiva mi amistad, alardeando frecuentemente de erudito; pasa revista desde Batteux hasta Wood, desde Piles hasta Winkelmann, y me ha asegurado que conoce la primera parte de la teoría de Sulzer y que tiene un manuscrito de Heíne sobre el estudio del arte antiguo. Yo le dejo hablar.

También he hecho conocimiento con el juez, hombre excelente y de un carácter abierto y leal. Dicen que da gusto verle rodeado de sus nueve hijos, y todo el mundo se hace lenguas de la hija mayor. Me ha ofrecido su casa, y un día de éstos le haré mi primera visita. Por permiso que le han concedido después de la muerte de su mujer, vive en una casa de campo del príncipe, a legua y media de la ciudad. Ésta y la morada que en ella tenía habían llegado a serle insoportables.

Por último, también he encontrado aquí algunos entes en los cuales todo me parece insoportable, y más insoportables que nada, sus demostraciones de amistad.

Adiós: esta carta te agradará; es histórica desde el principio hasta el fin.

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