¿Y nunca, nunca más? ¿Ni en noches llenas
de emoción de astros, ni en las alboradas
vírgenes, ni en las tardes inmoladas?
¿Al margen de ningún sendero pálido
que ciñe el campo, al margen de ninguna
fontana trémula, blanca de luna?
¿Bajo las trenzaduras de la selva
donde llamándolo me ha anochecido
ni en la gruta que vuelve mi alarido?
—¡Oh, no! Volverlo a ver, no importa dónde,
en remansos de cielo o en vórtice hervidor,
bajo las lunas plácidas o entre el cárdeno horror,
y ser con él todas las primaveras
y los inviernos, en un angustiado
nudo, en torno a su cuello ensangrentado!
Publicado en "Cervantes" (Madrid. abril 1917) |