Si en los humanos seres del mundo moradores
hay un amor purísimo de celestial sabor,
es el amor de madre, de todos los amores,
el celestial, el puro y el verdadero amor.
Por eso ante los ojos del Dios omnipotente,
no debe haber pecado ni ingratitud mayor
que la del hijo ingrato que con amor ferviente
no paga amor tan grande de que es filial deudor.
En el amor materno todo es pureza,
todo es afecto tierno, todo grandeza.
Bien ajeno a los vicios del egoísmo,
todo él es sacrificios, todo heroísmo.
Si tú de ese amor santo ser digno quieres,
ama a tu madre tanto como pudieres,
porque su amor es puro, grande y sincero,
y es noble, y es seguro, y es verdadero.
Por la santa memoria
de tu buen padre
ama a tus hermanitos
y ama a tu madre;
que al buen hermano
y al buen hijo, Dios mismo
les da la mano. |