Cuando Luisita sufría alguna contrariedad, exclamaba:

-¡Qué suerte tengo! ¡Todo me sale mal! Lo que a mí me sucede no le sucede a nadie.

Un día le dijo su madre:

-Hija mía, tus continuas quejas, tus reproches, tu impaciencia, todo lo que dices con tan notoria intemperancia, prueba claramente tu vanidad. Imaginas, sin duda, que en el mundo todo está dispuesto para ti exclusivamente, y que eres el objeto de la particular atención de la Providencia. Si reflexionases un poco, en vez de quejarte tanto por las contadas contrariedades que sufres, darías humildemente gracias a la Providencia por los muchos favores y beneficios que le debes.

Y no vuelvas a dejarte llevar de la vanidad, porque es tan ridícula como tu cólera.