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Fray Luis de León

"Noche serena"

(Oda 8)

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Noche serena

A Diego Oloarte
 

Cuando contemplo el cielo 
de innumerables luces adornado, 
y miro hacia el suelo 
de noche rodeado, 
en sueño y en olvido sepultado, 

el amor y la pena 
despiertan en mi pecho un ansia ardiente; 
despiden larga vena 
los ojos hechos fuente; 
Oloarte y digo al fin con voz doliente: 

«Morada de grandeza, 
templo de claridad y hermosura, 
el alma, que a tu alteza 
nació, ¿qué desventura 
la tiene en esta cárcel baja, escura? 

¿Qué mortal desatino 
de la verdad aleja así el sentido, 
que, de tu bien divino 
olvidado, perdido 
sigue la vana sombra, el bien fingido? 

El hombre está entregado 
al sueño, de su suerte no cuidando; 
y, con paso callado, 
el cielo, vueltas dando, 
las horas del vivir le va hurtando. 

¡Oh, despertad, mortales! 
Mirad con atención en vuestro daño. 
Las almas inmortales, 
hechas a bien tamaño, 
¿podrán vivir de sombra y de engaño? 

¡Ay, levantad los ojos 
aquesta celestial eterna esfera! 
burlaréis los antojos 
de aquesa lisonjera 
vida, con cuanto teme y cuanto espera. 

¿Es más que un breve punto 
el bajo y torpe suelo, comparado 
con ese gran trasunto, 
do vive mejorado 
lo que es, lo que será, lo que ha pasado? 

Quien mira el gran concierto 
de aquestos resplandores eternales, 
su movimiento cierto, 
sus pasos desiguales,
y en proporción concorde tan iguales; 

la luna cómo mueve 
la plateada rueda, y va en pos della 
la luz do el saber llueve, 
y la graciosa estrella 
de amor la sigue reluciente y bella; 

y cómo otro camino 
prosigue el sanguinoso Marte airado, 
y el Júpiter benino, 
de bienes mil cercado, 
serena el cielo con su rayo amado; 

—rodéase en la cumbre 
Saturno, padre de los siglos de oro; 
tras él la muchedumbre 
del reluciente coro 
su luz va repartiendo y su tesoro—: 

¿quién es el que esto mira 
y precia la bajeza de la tierra, 
y no gime y suspira 
y rompe lo que encierra 
el alma y destos bienes la destierra? 

Aquí vive el contento, 
aquí reina la paz; aquí, asentado 
en rico y alto asiento, 
está el Amor sagrado, 
de glorias y deleites rodeado. 

Inmensa hermosura 
aquí se muestra toda, y resplandece 
clarísima luz pura, 
que jamás anochece; 
eterna primavera aquí florece. 

¡Oh campos verdaderos! 
¡Oh prados con verdad frescos y amenos! 
¡Riquísimos mineros! 
¡Oh deleitosos senos! 
¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»

 

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