A un Ratón escondido en su agujero,
acechaba un Gatazo marrullero.
El cauto roedor estaba alerta;
y acercándose a veces a su puerta,
como libre de riesgos se juzgaba,
tranquilo contemplaba
al gran Michirrimau que, diligente,
esperaba cazarlo fácilmente;
mas viendo que no logra, al infelice
en las uñas tener, así le dice:
-¡Vén, vén! dame la mano,
vamos a pasear, querido hermano;
en tí ninguno piensa;
te llevaré a visita a la despensa,
y allí, de los manjares al hechizo,
se abrirá tu apetito, y de chorizo
te hartarás, y de queso y de cecinas
y de otras mil sabrosas golosinas.
Así verás, amigo, que te quiero
y que me pesa verte en tu agujero,
tan joven, convertido en ermitaño .
.
Vamos, pues, saca el vientre de mal año
ahora que la fortuna te convida
con una mesa rica y bien servida.
-Señor don Gato, estimo sus favores.
pero tengo indispuestos los humores,
y el doctor me ordenó que coma poco.
-Ese médico es loco;
si pensara con juicio,
a fe que te ordenara el ejercicio
que cuando bien se aplica,
él solo cura más que la botica.
¡Animo! Sal, no vivas encerrado
y verás cómo vuelves aliviado.
-Prancalnente, no puedo,
le responde el Ratón.
-Me tiene miedo,
bien se conoce, y tienes mil razones,
pues piensas que devoro a los ratones.
De joven, atraparlos fue mi anhelo;
ahora que soy viejo ni los huelo.
Cree pues lo que digo:
sal sin temores porque soy tu amigo.
Aunque me halle de uñas bien armado,
no soy un Gato nlal intencionado.
Puedes, joven amigo, estar seguro
de que te quiero bien, y te lo juro.
-Si no te conociera,
dijo el Ratón, saliera;
pero ya te conozco, mentecato.
¿Cómo no has de ser malo, si eres Gato?
Te comiste a mi padre,
lo mismo hiciste con mi pobre madre;
y en tus dientes y manos
perecieron también mis dos hermanos:
el mayor y el más chico,
mas yo no te daré por el hocico,
que si por ti he quedado
huérfano y solo, estoy escarmentado.
Si el mal ajeno te hace cauteloso,
cuéntate por dichoso.
Esto dijo el ratón que era prudente.
¡Oh . .. si pensara así toda la gente! |