Fuése a su quinta
la amable Celia,
y en ella pasa
la primavera.
Su casa, en tanto,
a Marcia deja,
recomendándole
la guarde mientras.
Con mucho empeño
le encarga y ruega
que a las Gallinas
cuide y atienda.
¡Que tengan agua!
¡Que maíz tengan!
Y en abundancia,
grano le entrega.
Confiada en esto,
Celia se ausenta;
y Marcia, ingrata,
bien se aprovecha
del grano y todo
cuanto le dejan.
¡Como ella logre
provecho y medra,
las Gallinitas
a unque perezcan!
Así sucede
en consecuencia:
algunas mueren,
otras enferman,
cuál enflaquece
y cuál se enteca.
El tiempo pasa,
Celia regresa;
ve sus Gallinas
hambrientas, muertas;
y, ardiendo en ira.
a Marcia increpa;
mas esta infame
da media vuelta.
¿Su acción, acaso,
tiene defensa?
Celia con esto,
se desespera,
grIta, se enoja,
riñe y lamenta.
El hijo, entonces,
viendo tal pena,
quiere calmarla,
y abraza y besa
a Celia; y dice
con voz muy tierna:
-¿Ya ves lo que. hace
la infame vieja
con las gallinas
que tú le entregas? .
Pues lo mismo hacen
mil albaceas,
según me dice
doña Experiencia.
Por vida tuya,
Cuando te mueras,
ve a quién y cómo
nos encomiendas. |