Un joven Pastorcillo
conduce, diligente,
de ovejas bien cebadas,
un hato; pues pretende
hallarles compradores
que gratos las acepten.
Sírvele de cabestro
Un Chivo, mas parece
que las mansas ovejas
al Chivo no obedecen:
pues al llegar a un río,
trépanse sobre el puente
el Pastor y el cabestro;
y desde luego, éste
indica a su rebaño
la senda conveniente;
mas los borregos torpes,
que de guías no entienden,
piensan que el paso a nado
será cosa más breve.
Dan vueltas y revueltas,
vacilan, dudan, temen;
y al fin, un atrevido
a nadar se resuelve.
En vano hace mil señas
desde lo alto del puente,
el guía, que está temiendo
que una desgracia llegue.
El Corderillo osado
al agua entró impaciente;
tras él se arrojan otros;
tres, cuatro, quince, veinte.
Mas, ¡ay! todos se ahogaron.
¡Adversa fué su suerte!
Se queja el Pastorcillo,
de su destino aleve;
y en tanto a los carneros
arrastra la corriente.
Es loco el que desprecia
un consejo prudente:
el que un capricho sigue,
muchas veces se pierde. |