Al pie de una cantera
de mármol de Carrara
varios gigantes bloques
restos de una gran ruina semejaban,
mientras otro, movido
por cuerdas y palancas,
a un carro conducían
muchos obreros en alegre zambra.
Diez poderosos bueyes,
uncidos por el asta,
iban la inmensa mole
a llevar a través de la montaña;
y cuando al recibirla
rechinaron las tablas,
oyóse en el espacio
sordo rumor de voces y amenazas.
—¿Por qué nos abandonas?
—las piedras murmuraban— .
¿ Qué buscas en tu orgullo
fuera de estas regiones solitarias?
—El hombre me ha elegido
—respondió la arrastrada —
para que al mundo admire,
centinela perpetuo de su fama.
Si hasta hoy he sido roca,
mañana seré estatua;
no tengo yo la culpa
de ser la más hermosa y la más blanca.
—Piedad antes que enojo
en nosotras hallaras,
si cautiva a la fuerza
de tu profanación no hicieras gala.
Pero en vano te engríes,
la vanidad te engaña,
que aun cambiando de forma
piedra serás, cual somos tus hermanas.
Y antes de que te eleves
del vulgo a las miradas,
¡no sabes tú los golpes
de cincel y martillo que te aguardan !
Los hombres en la tierra
son mármoles con alma,
y si éstos al labrarse dejan polvo,
aquéllos dejan lágrimas.
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