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Joaquín Dicenta

"Todo en nada"

Capítulo 1

Biografía de Joaquín Dicenta en Wikipedia

 
 
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Música: Rachmaninov - Op.36, Sonata No.2 -II. Non allegro
 

Todo en nada

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I

Me fue referida la historia, entre sorbo y sorbo de café, por aquel joven de veintiocho años que, mientras la contaba, tuvo palideces en el rostro, temblor en los dedos y en los párpados lágrimas. Cayeron algunas en el café; quizás le hicieran beneficio, porque mi amigo, distraído con el relato de sus penas, había cargado la mano en el azúcar.

Pedro -así se llama el protagonista de la historia- pertenece a una familia, si abundante en número, en caudales escasa. Murió el padre de Pedro al cumplir éste catorce años, dejando a la viuda una pensión humilde y, con ella, la carga de seis hijos, entre hembras y varones; de éstos era Pedro el mayor.

En los estudios preparatorios para la carrera ingenieril, andaba el muchacho, cuando la desgracia ocurrió. Fuerza fue dejar los estudios, que para tan largo y costoso aprendizaje no había en la casa posibles.

Entró el mozo, como escribiente, en las oficinas de un amigo del muerto; aprendió en sus ocios, robando al sueño, horas, un par de idiomas, con más la teneduría de libros; a los diez y ocho años, con el sueldo del escritorio el producto de las lecciones que su diligencia encontrara, y algunos eventuales ingresos, que su ingenio honradamente conseguía, era Pedro sostén y mantenencia de los suyos.

Con decorosa tranquilidad, iba la anciana hacia la muerte con modestia, pero sin privaciones, los huérfanos hacia la vida; todo por obra del mancebo, puntal único de aquel hogar desamparado.

Claro que, para llevar a término la obra, imponía Pedro a su juventud privaciones mayúsculas.

No eran las materiales las más dolorosas. Espíritu soñador y romántico, sentía vibrar en sus nervios el embriagador cosquilleo del arte. ¡Ser artista! ¡Conquistar la gloria entre aplausos! Este era su sueño. No digo su ambición porque la ambición supone voluntad y acciones encaminadas a realizarla. Ni acción, ni voluntades hallaban, para tales empresas, acogimiento en el alma del joven.

¿A qué dárselo?

Sabía Pedro que el viaje del arte es dolorosa cuesta arriba y que la lucha por la gloria (cuando el nacimiento no trae por lote la riqueza) entre miseria se mantiene.

A él, personalmente, diéransele poco escaseces y sacrificios; pero, de echar por los caminos angostos de la fama, privaciones y sacrificios a los suyos tocarían también. Las espinas que se le clavaran en el alma, se le clavarían a su familia en el estómago. El estómago no digiere esta clase de espinas, aunque las rebocen con laurel.

De ahí que dejara en sueño sus amores artísticos. Algunos Versos, escritos en sus minutos libres; algunas cuartillas, emborronadas durante la noche (tasando el tiempo, a fin de gastar poca luz) y paren su cuenta mis lectores.

De estos desahogos no pasaba. ¿A qué asunto? Como él propio decía: «Ni a ello debí llegar».

Por eso, luego de terminarlo, -antes muchas veces- rasgaba lo escrito y daba al aire las cuartillas. Al Debe y al Haber tornaba; al silabeo machacón de sus discípulos, a los corretajes y comisiones, por cuya obra se hacía más apetitosa la grasa del familiar puchero, más señoriles los trajes de las hermanitas, más completa la educación de los chicuelos y más serena la vejez de la viuda.

-¡Poesía!... «Me falta tiempo para hacerla».

Así decía. Y, sin embargo, ¿qué poema igual al realizado a diario por él, sin alardes, sin ruido, para sostener con sus brazos el peso entero de un hogar?

En estos poemas silenciosos no hay pago de pública gloria. ¿Premio? La gratitud de los favorecidos; y es bueno no fiarse en ella, porque suele faltar.

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