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Rosario de Acuņa

"La casa de muņecas"

Sección 2

Biografía de Rosario de Acuņa en Wikipedia

 
 
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Música: Chopin - Op.34 no.2, Waltz in A minor
 

La casa de muņecas

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Una de las fachadas de la casa, la principal, que daba a un hermoso camino, era de quita y pon, de modo que todo el interior de la casa quedaba a la vista y manejable. La puerta principal estaba en medio, y había que subir para entrar tres escalones; daba a una antesala, de donde arrancaba la escalera: a la derecha de la antesala, había una puerta a un salón con hermosas ventanas a Levante y Poniente; todo el salón estaba rodeado de estantes de ébano cuajados de ricas entalladuras y cerrados por cristales de una sola pieza; en medio había una mesa grande, llena de Periódicos y Revistas; sobre ella una escribanía de plata repujada y una papelera también de plata con todo lo necesario para escribir; sillas de rejilla maqueadas alrededor de la mesa y fijos en la pared divanes de tafilete recamados con arabescos de oro y rodeados de magníficos flecos y almohadas de seda de colores; tres lámparas pendían del techo, dos de aceite de oliva con pantallas de cristal verde y la de en medio eléctrica; en uno de los testeros había un soberbio espejo de cristal de Venecia y en el otro un piano de palosanto con abrazaderas de plata cincelada; en el sitio principal del salón se veía un aparato telefónico y en el testero del centro una chimenea de mármol brocatel de forma antigua y para quemar en ella leña; sobre la chimenea se veía una copia del cuadro de Miguel Angel, titulado El juicio final.

Por la izquierda de la antesala se entraba al comedor; las paredes, así como las del salón y las de toda la casa, estaban enlucidas de blanquísima y tersa cal y tocias las habitaciones tenían redondeadas sus esquinas; en los testeros principales del comedor de la antesala y de las demás piezas de la casa, había pintados medallones al fresco representando paisajes de sierra, de campiña o del mar; todos los techos eran blancos y en forma de bóveda, y los suelos enladrillados con pequeñas baldosas de mármol rojo y negro.

En el comedor había una mesa de roble en el centro; en el testero principal un aparador de hierro revestido de porcelana blanca, en cuyo aparador se veía una vajilla completa de loza blanca y un servicio de cristalería liso y transparente; alrededor de la mesa sillas de bambú y en el centro del techo una lámpara eléctrica; otra chimenea de mármol blanco y para leña, se veía en el comedor, y sobre un pié de hierro un filtro para agua; enseguida había un pequeño cuartito a donde iba a parar el torno de la cocina, en clónele había una hermosa fuente de mármol con su caño de agua corriente, y después estaba el cuarto de baño; este cuarto era todo él revestido de mármol rojo y blanco, y en medio había una soberbia piscina o bañera cuadrada de mármol blanco, con sus correspondientes grifos para el agua fría y caliente, y sus necesarios juegos de regadera en el techo y en las paredes: otra lámpara eléctrica y un trapecio pendían del techo, y una percha, un espejo y diván de bambú con asiento de finos mimbres, completaban el ajuar del cuarto de baño.

Volviendo a la antesala, se subía por la escalera, que era de hierro colado, y se llegaba a otra pequeña antesala, casi toda ella ocupada por una inmensa chimenea para leña.

A la derecha, y correspondiendo encima del salón del piso bajo, había cuatro habitaciones; la primera estaba rodeada de armarios de nogal, los del frente con puertas de espejo; en el centro un velador; pendía del techo una pequeña lámpara eléctrica, y había varias sillas de rejilla por medio de la pieza; las otras tres habitaciones eran tres cuartos-alcobas exactamente iguales y con igual mobiliario los tres, que se componía de una cama de bronce con un solo colchón de lana de dobles bastas, de modo que resultaba bastante duro; un lavabo de hierro blanco con dos jofainas grandes, una mayor que otra, de loza blanca y llave para verter el agua, y encima de los. lavabos grifos de agua fría y caliente: una mesita de noche de hierro blanco, y sillas altas y bajas de bambú y lona los asientos, completaban los muebles de las tres alcobas, que además tenían un espejo redondo sobre los lavabos y un tapiz de piel de oso delante de las camas; todas las habitaciones tenían ventanas a Levante y Poniente; de modo que el sol, cuando terminaba de entrar por un lado, llegaba por el otro.

A la izquierda de la antesala de arriba, estaba la cocina que correspondía encima del comedor, y en uno de cuyos rincones se veía el torno que llegaba al comedor; el fogón estaba en medio, era de hierro y bronce, con horno, depósito inmenso para agua caliente, de cuyo depósito partían tuberías hacia el baño; en un colgador, y simétricamente colocada, se veía una batería de hierro y porcelana blanca, tan completa como requiere el moderno arte culinario; la cocina, que como toda la casa, según antes se dijo, estaba revocada de blanquísima y pulida cal, tenía el pavimento de mármol blanco, y un zócalo alrededor de lo mismo: de mármol también era el fregadero y una pila grande y profunda, sobre la cual caía un caño de agua corriente. Las otras tres habitaciones de la izquierda, una era un hermoso cuarto de plancha y costura, que tenía mesa a propósito para planchar, tabla de enaguas, rodillos para ahuecar bullones, tenacillas, planchas y demás enseres del oficio, y un costurero provisto de toda clase de sedas, hilos, trencillas, botones, corchetes, agujas, tijeras, alfileteros y demás menudencias propias de la costura; y además una preciosa máquina de coser encerrada en una mesa-cajón de caoba; las otras restantes habitaciones eran dos cuartos-alcobas amuebladas exactamente igual que los de la derecha: todas las piezas tenían lámpara eléctrica y la de la plancha y costura un gran quinqué de aceite con pantalla verde.

Desde la antesala de arriba partía una pequeña escalera que daba a un hermoso terrado con cubierta de hierro, sostenida por elegantes columnas, y cerrado por cristales y persianas portátiles, de modo que, en el invierno, resultaba el tejado de la casa convertido en un magnífico paseo seco, abrigado y alegre, que no robaba terreno a la propiedad, y en el verano, quitados los cristales, y puestas las persianas, circulaba el aire por debajo de la cubierta sirviendo para evitar el calor a la casa, y haciendo frescas y saludables sus habitaciones.

La casa tenía una hermosa bodega toda ella de piedra sillería, que servía de almacén, despensa o depósito de comestibles y artículos de uso doméstico, pues todo alrededor de sus paredes había estantes de hierro y enrejado de alambre, dentro de los cuales se veían talegos, latas y cajones, con garbanzos, arroz, judías, patatas, huevos, chocolate, azúcar, café, galletas, jabón, velas y demás ingredientes y comestibles, todos colocados en el mayor orden dentro de los estantes, que tenía cada uno su correspondiente cartelito diciendo lo que contenía, con lo cual se observaba, que la casa estaba provista para todo el año; del techo de la bodega, pendía otra lámpara eléctrica y de ganchos de hierro jamones, chorizos, hojas de tocino, vejigas de manteca, salchichón, bacalao, rastras de pimientos y tomates secos, ajos, cebollas y demás vituallas posibles de conservar en sitio fresco y seco; en un rincón había dos zafras (especie de tinajas de hoja de lata) llenas de aceite de oliva; en otro un aparadorde alambre lleno de botellas de vino, cerveza y licor de diferentes clases, todas puestas boca abajo, y en otro dos tinajas llenas, una de vino tinto y otra de vino blanco; la bodega tenía cuatro ventanas al nivel del suelo exterior, a los cuatro puntos cardinales del viento Norte, Sur, Este y Oeste.

La casa, por fuera, estaba estucada de blanco, y todas sus puertas y ventanas del exterior se cerraban con triples cierres de persianas, cristales y maderas pintadas al óleo del color de la caoba y con sus picaportes, tiradores y cerraduras de bronce, revestidos de cristal; todas las ventanas tenían visillos de muselina blanca y lisa sobre los cristales, habiendo en ninguna puerta ni ventana cortinajes ni colgaduras, si se exceptúan dos cortinas de abrigo, quitadas o corridas en el verano, sobre las puertas: de ambas antesalas y las colgaduras del salón de los estantes, que tenía en sus puertas riquísimos tapices de brocado recamado de seda de colores, y sobre las ventanas pabellones de batista de nipis, maravillosamente bordados y guarnecidos, unos con encajes de Bruselas y otros con encaje de punto de Inglaterra; sobre la mesa del salón caía un tapete de cachemir, tejido con oro, y el cubre-piano era de crespón de la India bordado en colores; en todas las habitaciones había campanillas eléctricas, y las máquinas o acumuladores para producir la luz de las lámparas, se encerraban en la bodega de otra pequeña casita que se alzaba al extremo del jardín que se extendía ante la casa principal; ésta tenía otra puerta que daba al jardín, y antes de salir a él se veía un pequeño pasillo que conducía a un cuarto retrete, completamente independiente de la casa, revestido de mármol y con un hermoso depósito de agua corriente, medio cubierto de hermosas plantas de reseda y heliotropo, que se erguían en dos macetas fijas en las paredes.

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