Había una vez una anciana que tenía problemas en la vista e hizo llamar a un curandero. Este la examinó atentamente y afirmó que podía curarla, a condición de que mantuviera los ojos cerrados mientras el tratamiento hacía efecto. La anciana aceptó.
El curandero preparó una poción. La anciana la bebió con los ojos cerrados y se quedó así durante unos momentos. Entonces el charlatán aprovechó para robarle sus cuadros, joyas, muebles y alfombras.
Cuando la anciana abrió los ojos el charlatán quiso cobrarle pero la anciana se negó.
-No, no te pagaré porque no me he curado –le dijo al curandero-. Incluso puedo afirmar que mi enfermedad ha empeorado. Antes veía mis muebles, mis cuadros, mis joyas y mis alfombras, pero ¡ahora ya no los veo! |