Un Coronel vivía en un pueblo y en su casa tenía un rótulo que decía: «Vivo tranquilo”. Esto era en tiempos de la Inquisición, y el Rey lo supo y lo mandó llamar. El Rey le había mandado llamar para que no volviera a poner aquel rótulo en la casa.
Cuando llegó el Coronel al palacio del Rey, éste le hizo tres preguntas para que le llevara las respuestas a los ocho días, y si no, penaba la vida. Las tres preguntas que le hizo eran: ¿Cuánto valgo?, ¿En cuánto tiempo se le puede dar la vuelta al mundo?, Dime una verdad mentira.
Conque se fue el pobre Coronel a su casa llorando y cuando llegó, les dijo a su mujer y a sus hijos:
--Vais a perder a vuestro padre. Me ha llamado el Rey para preguntarme cuánto vale, en cuánto tiempo se puede dar la vuelta al mundo y que le diga una verdad mentira. Y me ha dado ocho días de plazo, y si en ese tiempo no le contesto, me quita la vida.
Llega en ese momento su asistente y le dice:
--¿No es más que eso? Pues pierda usté cuidao, que yo se lo arreglo todo. Quédese usté y déjeme ir a mí al palacio y verá cómo yo se lo arreglo todo.
Va el asistente al palacio vestido con la ropa del Coronel. Le dicen que suba. El Rey cree que es el Coronel y le hace la primera pregunta:
--¿Cuánto valgo?
Y le contesta el asistente:
--Pues mire usté, que al Rey del Cielo lo vendieron en treinta y cinco monedas; de manera que usté vale solamente treinta y cuatro.
El Rey quedó satisfecho y le hizo la segunda pregunta:
--¿En cuánto tiempo se le puede dar la vuelta al mundo?
Y le contesta el asistente:
--En un caballo de la velocidad del sol, en veinticuatro horas.
Quedó el Rey satisfecho y le dijo:
--Ahora me vas a decir una verdad mentira.
Y le dijo entonces el asistente:
--Está usté creyendo que está hablando con el Coronel y está hablando con su asistente.
Y quedó el Rey satisfecho del todo y el Coronel quedó libre. |