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"Connla y el hada"

Cuento celta

 

 
 
 
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Música: Mozart (Menuet)
 
Connla y el hada
 

Connla, el de la Cabellera Roja, era hijo de Conn, el de las Cien Batallas. Un día, mientras se hallaba junto a su padre en lo alto del cerro de Usna, vio venir hacia él una doncella vestida con extrañas ropas.

 -¿De dónde vienes, doncella? -dijo Connla.

 -Vengo de las Llanuras de los Inmortales –respondió- donde no hay muerte ni pecado. Allí siempre es fiesta y en nuestro gozo no necesitamos la ayuda de nadie. En nuestro placer no hay ningún conflicto. Y como tenemos nuestras casas en las redondas colinas verdes, los hombres nos llaman el Pueblo de la Colina.

El rey y todos los que estaban con él se maravillaron de oír una voz donde no veían a nadie. Pues, salvo Connla, ninguno de ellos vio al Hada.

 -¿Con quién estás hablando, hijo mío? -dijo el rey Conn.

 Entonces la doncella respondió:

 -Connla habla con una joven y hermosa doncella, a quien no le espera la muerte ni la vejez. Amo a Connla y ahora quiero llevármelo conmigo a la Llanura del Placer, a Moy Mell, donde Boadag reina para siempre jamás y donde no ha habido queja ni pena desde que él ocupa el trono. ¡Oh, ven conmigo, Connla, el de la Cabellera Roja, rosado como la aurora y de piel leonada! Una corona de hada te aguarda para adornar tu hermoso rostro y tu regia figura. Ven, y ni tu hermosura ni tu juventud se marchitarán hasta el pavoroso día del juicio.

 El rey, atemorizado por las palabras de la doncella, a la que oyó aunque no pudo verla, llamó con voz fuerte a su druida, de nombre Coran.

 -¡Oh Coran, el de los muchos hechizos y la magia astuta! -dijo- necesito tu ayuda. Sobre mí ha recaído una tarea demasiado grande para mi habilidad y mi ingenio, mayor que todas las que me han sido impuestas desde que me apoderé del trono. Ha venido a nosotros una doncella invisible y con su poder quiere arrebatarme a mi querido y hermoso hijo. Si no me ayudas, será arrebatado a tu rey con estratagemas y brujerías de mujer.

 Entonces Coran, el druida, se adelantó y recitó sus conjuros hacia el lugar donde se oyó la voz de la doncella. Y nadie volvió a oír su voz, ni Connla pudo verla ya más. Pero, mientras desaparecía ante el poderoso conjuro del druida, lanzó una manzana a Connla.

Durante todo un mes, a partir de aquel día, Connla no comió ni bebió nada, salvo de aquella manzana. Pero la parte que comía de ella volvía a crecer, y la manzana siempre estaba entera. Y durante todo ese tiempo creció dentro de él un intenso anhelo y una fuerte añoranza por la doncella que había visto.

 Pero cuando llegó el último día del mes de espera, Connla se hallaba al lado de su padre, el rey, en la Llanura de Arcomin, y de nuevo vio a La doncella venir hacia él, y otra vez ésta le habló.

-Un lugar glorioso, en verdad, ocupa Connla entre los mortales efímeros que esperan el día de la muerte. Pero ahora el pueblo de la vida, aquéllos que viven para siempre, te ruegan y te invitan a que vengas a Moy Mell, la Llanura del Placer, pues han aprendido a conocerte viéndote en tu casa entre tus seres queridos.

 Cuando Conn, el rey, oyó la voz de la doncella, llamó a voces a sus hombres y dijo:

-Hagan que venga a toda prisa mi druida Coran, pues veo que hoy ella tiene de nuevo el poder de hablar.

 Entonces la doncella dijo:

 -Oh, poderoso Conn, luchador de cien batallas, el poder del druida es poco apreciado; se le tiene en poca honra en la tierra poderosa poblada por tantos de los justos. Cuando llegue la Ley, abolirá los conjuros mágicos del druida que vienen de los labios del falso demonio negro.

 El rey Conn observó que, desde la llegada de la doncella, su hijo Connla no contestaba a nadie que le dirigiera la palabra. Por eso Conn, el de las Cien Batallas, le dijo:

 -¿Qué piensas de lo que dice esta mujer, hijo mío?

 -Es muy duro para mí -respondió Connla-. Amo a mi pueblo por encima de todo; y, sin embargo, se apodera de mí un gran anhelo por la doncella.

 Cuando la doncella oyó estas palabras, respondió y dijo:

 -El océano no es tan fuerte como las olas de tu anhelo. Ven conmigo en mi curragh, mi resplandeciente canoa de cristal que se desliza en línea recta. Podemos llegar pronto al reino de Boadag. Ya veo hundirse al sol radiante, pero aunque esté tan lejos, podemos llegar allí antes de que oscurezca. Hay allí, también, otro país digno de tu viaje, una tierra alegre para todos los que la buscan. Sólo esposas y doncellas viven en ella. Si tú quieres, podemos buscarla y vivir allí juntos los dos solos alegremente.

 Cuando la doncella cesó de hablar, Connla, el de la Cabellera Roja, se alejó corriendo de ellos y saltó al curragh, la resplandeciente canoa de cristal que se desliza en línea recta. Y entonces todos ellos, el rey y la corte, la vieron deslizarse lejos por encima del mar brillante en dirección al sol poniente. Lejos y más lejos, hasta que el ojo no pudo verlos más, y Connla y el Hada siguieron su camino por el mar, y nunca más fueron vistos ni nadie supo nunca dónde fueron.

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