Pues mal hace en no decirlo
claro: dolores y penas
no se han de decir por frases.
Dolíale a un hombre una muela;
vino un barbero a sacarla,
y estando la boca abierta:
—¿Cuál es la que duele? —dijo—
.
Dióle en culto la respuesta,
—La penúltima —diciendo—
.
El barbero, que no era
en penúltimas muy ducho,
le echó la última fuera.
A informarse del dolor
acudió al punto la lengua,
y dijo en sangrientas voces:
—La mala, maestro, no es ésa.
Disculpóse con decir:
—¿No es la última de la hilera?
—Sí —respondió—; mas yo dije
penúltima, y ucé advierta
que penúltimo es el que
junto al último se asienta.
Volvió mejor informado,
a dar al gatillo vuelta,
diciendo : —En efecto, ¿ es
de la última la más cerca ?
—Sí —dijo—. —Pues vela aquí,
—respondió con gran presteza,
sacándole la que estaba
penúltima; de manera
que quedó, por no hablar claro,
con la mala y sin dos buenas.
(Los dos amantes del cielo, jornada 2ª
, escena VI) |