De una dama era galán
un vidriero, que vivía
en Tremecén, y tenía
un grande amigo en Tetuán.
Pidióle un día la dama
que a su amigo le escribiera
que una mona remitiera;
y como siempre quien ama
se desvela en conseguir
lo que su dama le ordena,
por escoger una buena
tres o cuatro envió a pedir.
El tres o cuatro escribió
en guarismo el majadero:
y como es allí la o cero,
el de Tetuán leyó:
"Amigo, para personas
a quien tengo voluntad,
luego al punto me enviad
trescientas y cuatro monas."
Hallóse afligido el tal
;
pero mucho más se halló
el vidriero cuando vio
contra su frágil caudal,
dentro de muy pocos días,
apearse con estruendo
trescientas monas, haciendo
trescientas mil monerías.
(El secreto a voces, jornada 1ª
, escena XIII)
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