Sordo un hombre amaneció,
y viendo que nada oía
de cuanto hablaban, decía:
—¿ Qué diablos os obligó
a hablar hoy de aquesos modos?
Volvían a hablarle bien,
y él decía : —¡Hay tal! ¡Que den
hoy en hablar quedo todos!,
sin persuadirse a que fuese
suyo el defecto. Tú así
presumes que no está en ti
la culpa; y aunque te pese,
es tuya, y no la conoces,
pues das, sordo, en la locura
de no entender la hermosura
que el mundo te dice a voces.
(El pintor de su deshonra, jornada 2ª
, escena II) |