Ligeras son sus alas transparentes y matizados de vivos colores; de ellas se desprenden áureos reflejos; contempla su imagen en las límpidas aguas del estanque, y se cree una flor viva superior a todas las que crecen en el frondoso vergel.
Y pasa desdeñosa y esquiva, no juzgándolas dignas de fijar su planta, sobre las sencillas violetas, que modestamente le ofrecen sus olores, el purpúreo clavel sus escondidas hojas, la elegante camelia su belleza, la fragante rosa su frezco cáliz, el perfumado jazmín su nivea blancura, y la azucena su cándida pureza.
Ella aspira indiferente sus perfumes, no admira sus colores y en raudos giros se dirige a una brillante luz que le parece una flor de diamantinos reflejos.
Su aspecto la deslumhra, su dulce calor la atrae; y pasa, vuela y gira a su alrededor acabando por precipitarse en su seno, donde en vez del descanso que esperaba, su cuerpecito se retuerce en los dolores de la agonía.
¡Inocente mariposilla, cuántas reflexiones nos trae a la mente tu sencilla y breve historia!
¡Cuántos seres atraídos por el falso brillo, queman sus alas, marchitan sus ilusiones y encuentran la muerte en vez de la dicha; despues de haber cruzado, sin fijarse en ellos, los jardines de la vida y haber despreciado los bellos color es de la amistad y los sentimientos del alma. |