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María Luisa Bombal

"La última niebla"

Biografía de María Luisa Bombal en wikipedia

 
 
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Música: Mendelssohn - Lied ohne Worte Op.62 No.l (Andante espressivo)
 

La última niebla

(Continuación)

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Han prendido fuego a todos los montones de hojas secas y el jardín se ha esfumado en humo, como hace años en la bruma. Esta noche no logro dormir. Salto del lecho, abro la ventana y el silencio es tan grande afuera como en nuestro cuarto cerrado. Me vuelvo a tender y entonces sueño.

Hay una cabeza reclinada sobre mi pecho, una cabeza que minuto a minuto se va haciendo más pesada, más pesada, y que me oprime hasta sofocarme. Despierto. ¿No será acaso un llamado? En una noche como ésta lo encontré...; tal vez haya llegado el momento de un segundo encuentro. Echo un abrigo sobre mis hombros. Mi marido se incorpora, medio dormido.

—¿A dónde vas?

—Me ahogo, necesito caminar... No me mires así: ¿Acaso no he salido otras veces, a esta misma hora?

—¿Tú? ¿Cuándo?

—Una noche que estuvimos en la ciudad.

—¡Estás loca! Debes haber soñado. Nunca ha sucedido algo semejante...

Temblando me aferró a él.

—No necesitas sacudirme. Estoy bien despierto. Nunca, te repito, ¡nunca!

Asegurando mi voz, trato de persuadirle:

—Recuerda. Fue una noche de niebla. Cenamos en el gran comedor, a la luz de los candelabros...

— ¡Sí y bebimos tanto y tan bien que dormimos toda la noche de un tirón!

Grito: ¡No! Suplico: ¡Recuerda, recuerda!

Daniel me mira fijamente un segundo, luego me interroga con sorna:

—¿Y en tu paseo encontraste gente aquella noche?

—A un hombre —respondo provocante.

—¿Te habló?

—Sí.

—¿Recuerdas su voz?

¿Su voz? ¿Cómo era su voz? No la recuerdo. ¿Por qué no la recuerdo? Palidezco y me siento palidecer.

Su voz no la recuerdo... porque no la conozco. Repaso cada minuto de aquella noche extraordinaria. He mentido a Daniel. No es verdad que aquel hombre me haya hablado.

—¿No te habló? Ya ves, era un fantasma...

 

Esta duda que mi marido me ha infiltrado; esta duda absurda y ¡tan grande! Vivo como con una quemadura dentro del pecho. Daniel tiene razón. Aquella noche bebí mucho, sin darme cuenta, yo que nunca bebo... Pero en el corazón de la ciudad esa plaza que yo no conocía y que existe... ¿Pude haberla concebido sólo en sueños?... ¿Y mi sombrero de paja? ¿Dónde lo perdí, entonces?

Sin embargo, ¡Dios mío! ¿Es posible que un amante no despliegue los labios ni una vez en toda una larga noche? Tan sólo en los sueños los seres se mueven silenciosos como fantasmas.

 

¿Dónde está Andrés? ¡Cómo es posible que no haya pensado hasta ahora en consultarlo!

Correré en su busca, le preguntaré: "¿Andrés, tú no ves visiones jamás?" "Oh, no, señora". "¿Recuerdas el desconocido del coche?" "Como si fuera hoy, lo recuerdo y recuerdo también que sonrió a la señora..."

No dirá más, pero me habrá salvado de esta atroz incertidumbre. Porque si hay un testigo de la existencia de mi amante, ¿quién me puede asegurar, entonces, que no es Daniel quien ha olvidado mi paseo nocturno?

—¿Dónde está Andrés? —pregunto a sus padres, que están sentados frente al pabellón en que viven.

—De mañanita salió a limpiar el estanque —me contestan.

—No- lo divisé por allá —grito nerviosa—. ¡Necesito verlo pronto, pronto!

¿Dónde está Andrés? Lo llaman, lo buscan en el jardín, en el parque, en los bosques.

—Habrá ido al pueblo sin avisar. Que la señora no se impaciente. Volverá luego, el muy haragán...

Espero, espero el día entero. Andrés no vuelve del pueblo. A la mañana siguiente encuentran su chaqueta de brin sobre una balsa que flota a la deriva en el estanque.

—La red, al engancharse en algo, debe haberlo arrastrado. El infeliz no sabía nadar y...

—¿Qué dices? —interrumpo; y como Daniel me mire extrañado, me abrazo a él gritando desesperadamente—. ¡No! ¡No! ¡Tiene que vivir, tienes que buscarlo!

Se le busca, en efecto, y se extrae, dos días después, su cadáver amoratado; llenas de frías burbujas de plata las cavidades de los ojos, roídos los labios que la muerte tornó indefensos contra el agua y el tiempo.

Ante su padre que se postró sin un gemido, yo me atreví a tocarlo y a llamarlo.

Y ahora, ¿ahora cómo voy a vivir?

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