Capítulo 6
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Música: Clementi - Sonatina Op.36 No.1 in C major - 2: Andante |
La devoradora |
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VI Olga Balabanova ha vendido su «villa», cobrando cuatro millones de francos, sin tener que hacer particiones con ningún acreedor hipotecario. Briansky, que posee un sentido especial para adivinar la presencia del dinero por más que se oculte, la cree muy rica, casi más que en los tiempos del gran duque, ya que su riqueza le pertenece actualmente en toda propiedad y la disfruta sin miedo a los cambios de carácter y las irregularidades de un amante. A pesar de su opulencia, ha transformado su modo de vivir. Vio de cerca la cara lívida de la pobreza, poco antes de que se le apareciese el revolucionario Boris Satanow, joven y hermoso como un arcángel de los que figuran en los iconos, llevando en su diestra un cofrecillo lleno de piedras preciosas. Sabe ahora mejor lo que vale la riqueza, y ha modificado su vida para que aquélla no se pierda, para que se estanque en sus manos, dando su rendimiento máximo en placeres, y además la tranquilidad que proporciona una fortuna inmutable. Vive en una «villa» que ha comprado junto a Montecarlo, hermosa, pero más pequeña que la otra, sin que exija una domesticidad de príncipe. Ha guardado el mejor de sus automóviles. Va al Casino todos los días, porque necesita el placer del juego. Cada vez siente por él mayor entusiasmo, lo que es una demostración de que se hace vieja. Lleva el rostro más pintado que nunca. Usa trajes de jovencita, pero empleando en ellos telas de plata y de oro. Siente la nostalgia de sus mocedades, cuando se mostraba a los públicos vestida de hada o de reina. Aún lleva los tacones más altos, cubiertos de diamantes falsos, y estos talones de strass, que emiten luces, se mueven con una ligereza graciosa, como si la tierra fuese elástica bajo su presión. Conserva la misma voz de niña ruborosa y desfalleciente. Al verla pasar, «el Boyardo» queda pensativo y habla en voz baja. —¡Ah, devoradora! Para ella no hay Imperio ni revoluciones. Todos son iguales; todos han contribuido a la opulencia de su vida. Parece ignorar la existencia de la vejez. Se esfuerza por suprimir los últimos diez años. Yo creo que hasta sueña con enloquecer de amor a un nieto suyo ignorado, y con ganar por tercera vez una fortuna enorme… ¡Quién sabe si acaricia la ilusión de que en Rusia se restaure el Imperio, como en los buenos tiempos de su juventud! Todo es posible en este mundo… Lo malo para ella es que el futuro zar y los futuros grandes duques están a estas horas agarrados aún a los pechos de sus nodrizas… Le va a faltar el tiempo para comérselos. |
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