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Jacinto Benavente

"Lectores de verano"

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Música: Brahms - Three Violin Sonata - Violin Sonata No. 3 - Op. 108
 
Lectores de verano
 

¿Quién lee en verano? Los que nunca leen. Lectores de ferrocarril, de playa, de balneario, que alternan en sus lecturas la última novela francesa, comprada en Madrid momentos antes del viaje, con el tomo de versos cómicos, comprado deprisa corriendo en el puesto de libros de alguna éstación del camino, y si acaso veranean en antigua finca campestre, con los tomos de Charpentier o de Tauchnitz, los libros viejos de rancia biblioteca, de hojas amarillentas, pergaminosas, chirriantes al abrirse, con olor de herbario desecado.

!Ah! Las novelas de prodigiosas aventuras en cuatro o más volúmenes, grandes, pesados. ¡Cómo nos hablan de una vida sosegada en que podía consagrarse un año, las veladas de todo un invierno, las siestas de todo un verano a la lectura de uno solo libro! ¡Qué diferentes los libros modernos! Manuales, legeros, caben en el bolsillo, pueden ser hojeados por la calle, en el café, en coche, sin atención profunda, para ser distracción de algunos momentos de espera o de fastidio, no recuerdo para toda la vida.

¡Dichosos los que han leído pocos libros, como lo que han amado a pocas mujeres! Tan triste es preguntarse: ¿dónde leí yo esto?, como: ¿dóndo conocí yo a esta mujer?

!Dichosos los lectores de verano que dejan a Cervantes por Jorge Ohnet! Más valerosos que el valiente general que a lo menos los unía en su admiración.

No releáis el libro leido en vuestra juventud. Cuentos de hadas, novelas de aventuras; encanto alivio de horas hurtadas al estudio, novillos de la imaginación, aterida por la tabla de Pitágoras y las reglas gramaticales... ¡Qué desconsuelo volver a leerlos!

No intentéis la aventura. El recuerdo de los muertos es santo; la evocación, pecado. Como irisada urdimbre, va tejida nuestra existencia con el hilo de nuestros sueños. Shakespeare lo dijo. !Shakespeare! He aquíi uno quien puede leerse una vez y otra; de niños nos asombra, no le entendemos, pero atrae con algo misterioso y grande seguimos leyendo sin cansancio, y terminada la lectura, percibimos con mayor claridad la obra en nuestro espíritu, como percibimos mejor nuestras emociones de ayer el recuerdo de hoy.

La obra de arte es recuerdo de emociones, nunca la emoción misma. No hay paisajes de luz más falsa que los pintados a plena luz. El verdadero artista no coge del natural, recoge de su propio espiritu. Por eso las obras de Shakespeare sólo se abren verdaderamente cuando se cierran; pasado tiempo, podéis volver a abrirlas y a leerlas. ¡Ay! Pero si habéis leído una vez Los tres mosqueteros, no volváis a leerlos.

 

Publicado en: La Semana (Madrid. 1916). 19-8-1916, no. 14

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