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Biografía de Julia de Asensi en Wikipedia | |
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Música: Granados - Cuentos de la Juventud, 10. Marche |
Los fantasmas del bosque |
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¿Por qué habían nacido tan iguales aquellos dos muchachos? No eran de la misma familia ni vivían en la misma clase social. El uno, Guillermo, era hijo único del señor del castillo, y el otro, Paulino, de un pobre soldado. Tenían entonces unos diez añitos, igual estatura, más bien alta que baja para su edad, el cabello castaño, los ojos negros, grandes y expresivos, la tez morena y algo pálida, los labios gruesos y los dientes blancos y pequeños. Decíase que la madre de Paulino tenía veneración por la castellana, encontrándole una notable semejanza con la Virgen que en un cuadro antiguo trazara un hábil pintor y que se veneraba en la vieja iglesia de aquel pueblo. Y que así como Guillermo era el vivo retrato de la castellana, Paulino se parecía al niño Jesús que tenía la Virgen en sus brazos, igual en el rostro a la santa imagen que tanto había mirado su madre antes de darle a luz. Si en la parte física se asemejaban los dos niños, no ocurría lo mismo en la moral. Guillermo era bueno, caritativo y amable; Paulino adusto, retraído y envidioso. La castellana daba a la mujer del soldado las prendas poco usadas por su hijo y Paulino vertía amargo llanto al ponerse aquellas ropas de desecho. ¿Por qué no había de ser él hijo de padres ricos y nobles como Guillermo y tener caballo, coche y juguetes? ¿Había alguna razón para que todos saludaran con cariño y respeto a aquel muchacho de su edad y a él no se dignaran mirarle siquiera? ¡Cuánto odiaba a aquel ser afortunado, nacido el mismo año que él, pero halagado por los dones de la fortuna, mientras Paulino carecía hasta de lo más necesario para vivir! Tuvo un inmenso júbilo cuando supo que Guillermo, por deseo de su padre, iba a ser enviado a un colegio en el extranjero; así al menos no le vería, no pasaría el disgusto de saber que aquel niño tenía todas las ventajas sobre él, porque estudiando también se distinguía por su aplicación y su talento. Un enemigo del dueño del castillo llamado Antolín, hombre de malas costumbres y corazón perverso, contribuía a excitar a Paulino y avivaba aquel odio que ni Guillermo ni sus padres conocían. Él también envidiaba a aquel opulento señor, al que debía varios favores. Llegó el día de partir el niño al colegio y Paulino, después de despedirse de él, volvió a su casa más triste y preocupado que de costumbre. No por haberse alejado Guillermo fue el otro muchacho más feliz; oía hablar a cada paso de sus brillantes estudios, de sus exámenes, que habían causado la admiración de cuantos los habían presenciado, de las simpatías que despertaba. Al fin tuvo la inmensa alegría de que los dueños del castillo se fuesen a vivir a una ciudad próxima, mientras él permanecía con sus padres en el pueblo. Poco después, habiéndose declarado una guerra, el soldado partió en defensa de su patria. La pobre esposa, casi ciega de tanto coser y de tanto llorar, pasaba una vida bien triste porque Paulino, al que cada día disgustaba más su modesta vivienda, no acompañaba sino muy contadas veces a su madre.
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