En insaciable sed de amor y gloria,
ardió mi pecho en juventud florida:
luché, y la noble palma apetecida
puso en mis sienes la inmortal victoria.
Negra fue, en cambio, del amor la historia:
que el alma triste, de su dardo herida,
una esperanza y mil lloró perdida,
en vez del oro hallando vil escoria.
La nieve empieza a coronar mi frente;
y encendido por tí, de amor abrigo
dentro del corazón volcán rugiente. |