¿Dónde aprendió, mi bien, tu dulce acento
a modular la célica armonía
que a torrentes inunda el alma mia?...
¿Por qué aotro mundo trasportar me siento?
Sueltas la voz en lánguido concento
y el pecho desfallece en la agonía;
truenas, y el alma airada desafia
al león, al hombre, al huracán violento.
¡Canta! Las gracias que tu voz encierra
sobre el doliente corazón derrama,
y el duelo atroz, que lo abatió, destierra.
Mas ¡oh!... Suspende el vuelo que te inflama:
que no florecen ángeles la tierra,
y torpe envidia lo que anhela infama! |