Apretó el paso. No podía perder el tren.
Ayer, cuando volvió del trabajo, había encontrado un sobre en el buzón. Lo había dejado sobre la mesita de la entrada y se había olvidade de él hasta el día siguiente en que lo abrió. Vió que era una invitación para asistir a una conferencia sobre “Terapia Comportamental” que iba a dar el prestigioso Dr. Wilhem.
No podía creerlo. ¡Era la oportunidad de su vida!. Asistir a una conferencia del reputado Dr. había sido, hasta ahora, algo parecido a un sueño irrealizable.
Rosa es profesora en una escuela de educación infantil. Es una innovadora nata y busca constantemente los medios para motivar a sus alumnos.
Había leído mucho acerca del Dr. Wilhem y sabía que estaba utilizando un nuevo método, al parecer muy eficaz, para mantener la atención de los niños hiperactivos.
Desgraciadamente Rosa no contaba con los medios para ir a Estados Unidos y el doctor no había viajado nunca a Europa para impartir sus conferencias. Sabía que era muy selectivo y que sólo se dirigía a especialistas que previamente habían recibido una invitación personal.
Y ahora ...¡ella había había sido elegida! ¡Increible!.
Al abrir el sobre y encontrar la invitación no pudo evitar dar un grito de alegria. Se asustó de oir su voz. Buscó el remitente. Le dió vueltas al sobre, por un lado, por otro. Revisó la carta una y otra vez, pero no pudo encontrar remitente alguno.
-¿Quién sería su ángel?
No importaba. Revisó la fecha. La conferencia era para el día 23 de Mayo en Valencia.
¡El 23 de Mayo! ¡ Hoy es 22 y es en Valencia! Dios mío, tengo que preparar todo para viajar esta tarde y poder así asistir a la conferencia mañana. ¡No puedo faltar!
Llamó a información para asegurarse de que había un Talgo para Valencia. Efectivamente, había uno a las 7:15.
¡Son las 5!
Buscó rápidamente la maleta y puso en ella lo mínimo necesario para el viaje. Se duchó, se vistió y salió a toda prisa para la estación.
¡Taxi! ¡Taxi!
Tuvo suerte. Un taxi paró inmediatamente. No había mucho tráfico. Llegaron a la estación a las 6:30
Buscó con la mirada el mostrador para la venta de billetes.
Aceleró el paso y se posicionó en la cola de la ventanilla número 1. Parecía ser la que más rápido se movía.
Miró su reloj con impaciencia. El tiempo pasaba y no avanzaba un paso en la cola. ¿Qué sucedía? Se salió de la cola para indagar un poco: Una señora estaba demandando información acerca de los trenes que salían para... No alcancé a oir el destino. Poco importa: Parece que ningún horario satisface plenamente a la señora.
“La mataría” pensé. “Ésta es de las que quieren saber cuantos trenes salen cada día para al final decir que se lo pensará y que volverá al día siguiente!.
Las 7 y todavía en la cola.
“Voy a perder el tren” me dije. Sentí como se me aceleraba el pulso y no pude reprimir decir en voz alta: “¡Señora, que es para hoy!”
Sentí vergüenza. Seguramente estaba toda roja porque sentía que la cara me ardía.
Por fin llegué a la ventanilla. Compré el billete y salí corriendo hacía el andén. Casi me mato cuando, al dar la vuelta en la esquina, tropecé con un chico que llevaba periódicos.
Apresuré todavía más el paso y creí morirme cuando divisé el tren saliendo del andén. ¡No podía creerlo! ¡Lo estaba perdiendo!
Corrí al lado del tren durante un momento. Un rostro conocido me miraba preocupado desde una de las ventanillas. ¡Era el Dr. Henry Wilhem en persona!.
Di un grito y me desperté sobresaltada. Me incorporé en la cama. ¿Dónde estaba?. Recorrí mi habitación con la mirada. Todo estaba tranquilo. Mi cama. Mis libros. Estaba en casa y todo había sido una pesadilla.
Me volví, extendí la mano y acaricié a mi marido que dormía tranquilo junto a mí. Henry... Dije... Despierta amor.
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