"Señora - diz la vieja-, ¿por qué soy reprobada?
Cuando traigo regalos siempre soy halagada;
hoy, con manos vacías, he sido despreciada,
como el buen galgo viejo que ya no caza nada.

El buen galgo lebrero, corredor y valiente,
siendo joven, robusto, corría velozmente
y con buenos colmillos, buena boca y buen diente,
cuantas liebres veía cazaba diligente.

Al amo cazador siempre algo presentaba,
de sus corridas nunca vacío se tornaba;
el su señor por ello, con calor le halagaba,
con todos los vecinos del galgo se loaba.

Con el mucho trabajo, el galgo se hizo viejo,
perdió pronto sus dientes, corría poquillejo;
con su señor cazando, al saltar un conejo,
no lo pudo asir bien y fuésele al vallejo.

El cazador al galgo golpeó con un palo,
el galgo se quejaba diciendo: -"¡Oh, mundo malo!
Todos, cuando era joven, decíanme, ¡halo!¡halo! 
Ahora que soy viejo se me acabó el regalo.

Siendo joven, la caza por pies no se me iba,
yo la daba a mi amo, ya fuera muerta o viva;
entonces me alababa; soy ya viejo y me esquiva,
si no le traigo caza no me halaga ni silva.

El mérito alcanzado en fuerte mancebez 
corona la flaqueza que causa la vejez;
no por ser uno viejo pierde nada su prez,
el seso del buen viejo no pierde validez.

El amar al mancebo y a la su lozanía
y, en cambio, a quien es viejo hacer descortesía
es torpeza y gran mengua, maldad y villanía,
se ensalza en el que es viejo al joven que fue un día.

El mundo codicioso es de aquesta natura:
que si el amor da fruto, en el amor perdura,
si no sirve ni da, entonces poco dura,
por amistad humilde hoy nadie se apresura.

Todo aquel que da mucho será muy apreciado;
cuando yo daba mucho me era muy alabado,
ahora que no doy me veo despreciado
y no es agradecido el servivio pasado.

No se acuerdan algunos del mucho bien antiguo;
quien a mal hombre sirve, siempre será mendigo,
al malo, de los suyos no le importa ni un higo,
apenas si hay un viejo que consiga un amigo".