Yo hacía una divina labor, sobre la roca
Creciente del Orgullo. De la vida lejana,
Algún pétalo vívido me voló en la mañana,
Algún beso en la noche. Tenaz como una loca,
Seguía mi divina labor de roca.
Cuando tu voz que funde como sacra campana
En la nota celeste la vibración humana,
Tendió su lazo de oro al borde de tu boca;
¡Maravilloso nido del vértigo, tu boca!
Dos pétalos de rosa abrochando un abismo.
Labor, labor de gloria, dolorosa y liviana;
¡Tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo!
Tú quedas en la testa soberbia de la roca,
Y yo caigo, sin fin, en el sangriento abismo!
(De Los cálices vacíos, 1913) |