Es creciente, diríase
Que tiene una infinita raíz ultraterrena...
Lábranlo muchas manos
Retorcidas y negras,
Con muchas piedras vivas...
Muchas oscuras piedras
Crecientes como larvas.
Como al impulso de una omnipotente araña
Las piedras crecen, crecen;
Las manos labran, labran,
Labrad, labrad, ¡oh manos!
Creced, creced, ¡oh piedras!
Ya me embriaga un glorioso
Aliento de palmeras.
Ocultas entre el pliegue más negro de la noche,
Debajo del rosal más florido del alba,
Tras el bucle más rubio de la tarde,
Las tenebrosas larvas
De piedra, crecen, crecen,
Las manos labran, labran,
Como capullos negros
De infernales arañas.
Labrad, labrad, ¡oh, manos!
Creced, creced, ¡oh, piedras!
Ya me abrazan los brazos
De viento de la sierra.
Van entrando los soles en la alcoba nocturna,
Van abriendo las lunas el silencio de nácar...
Tenaces como ebrias
De un veneno de araña
Las piedras crecen, crecen,
Las manos labran, labran.
Labrad, labrad, ¡oh, manos!
Creced, creced, ¡oh, piedras!
¡Ya siento una celeste
Serenidad de estrella!
(De El rosario de Eros, 1924) |