Vividor emperdenido,
Muy dorado, muy pulido,
Cuyas manos atrofiadas
No conocen la menor callosidad;
Que se sirve tan sereno
Del copioso plato ajeno,
Cual pudiera un soberano ...
Como pueden los indignos, nada más:
Tal un pueblo sin imperio.
Que se cuelga del criterio
De cualquier nación extraña,
Como enfermo temeroso de caer;
Que no vive avergonzado
De vestirse de prestado,
Cual un niño de la inclusa,
Las costumbres y las letras y la ley.