—Muchacho, ¿por qué tienes esta mirada enloquecida?
—Debí de beber algún zumo de adormidera para que los ojos se me llenaran de esta locura.
—¡Avergüénzate, pues!
—Hay prudentes y hay locos, previsores y despreocupados. Hay ojos que sonríen y ojos que lloran, y mis ojos están llenos de locura.
—Muchacho, ¿por qué estás tan quieto a la sombra de este árbol?
—Mi corazón pesa en mis pies y descanso a la sombra de este árbol.
—¡Avergüénzate, pues!