¿El velamen soberbio de sus rimas
Navegando hacia ti, rico tesoro,
Encerró en mi seso el pensamiento
Y volvió sepultura un vientre fértil?
¿Su espíritu me ha tendido muerto,
Por fuerzas no mortales inspirado?
No; ni él ni los cofrades que en la noche
Lo asisten, mis versos acallaron.
Ni él ni ese fiel demonio amigo
Que le brinda nocturna inteligencia
Pueden alardear de mi silencio,
Pues, cuando enmudecí no fue por miedo.
Mas como él se apropió de tu semblante,
Mi voz perdió su fuente y quedó exhausta.