Afeites no creí que requirieras
Y afeites no añadí a tu hermosura;
Vi (o creí ver) que tú excedías
Las ofrendas humildes de un poeta:
De manera que opté por el silencio,
Para que así, mostrándote, enseñaras
Hasta qué extremos las modernas plumas
Hablando de lo digno son indignas.
Tú viste un pecado en mi silencio
Y a él debo mi gloria, pues callado
No estorbé tu belleza, a la que otros
Sepultaron queriendo darle vida.
Más vida hay en uno de tus ojos
Que en las lisonjas de tus dos poetas.