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Marcelo Peyret

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Cartas de amor

Carta 15

82 Capítulos

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De Ramiro Varela a Celia Gamboa

Novia mía:

Hoy el sol ha lucido con más brillo; las plantas adquirieron nuevas lozanías; las flores fueron más fragantes; el cielo más azul, el aire más tibio, la atmósfera más serena, la brisa más perfumada.

Hoy se me han figurado todos los hombres buenos, y todas las mujeres bellas. Mi optimismo ha abarcado personas y cosas.

La noche, calma y augusta, hase revestido de inusitada majestuosidad. Las estrellas nunca lucieron como hoy, y el ruiseñor jamás desgranará trinos más hermosos que esta noche.

Hoy, paréceme que la ciudad entera se ha revestido de fiesta, se ha envuelto en un hálito de alegría, de felicidad. . .

Mis tristezas agonizan como negros avechuchos, heridos por el rayo; mi juventud renace y mis ilusiones reflorecen, en un milagroso y fragante reventar de capullos.

Me hallo dispuesto a creerlo todo, a esperarlo todo, a no desesperarme ya por nada . . .

Hoy, como aquel hombre sin camisa de que nos habla Anatole France, me siento feliz, enteramente feliz. Nada más que a diferencia de él, que nada tenía, yo lo tengo todo, pues tengo tu cariño.

Soy una felicidad que se ha materializado, una dicha inefable, una inmensa y loca alegría . . .

Y es que hoy, novia mía, te he visto . . . Hoy lo creo todo posible. El sol, presa de ignoradas inquietudes, puede comenzar en el firmamento una fantástica danza sideral y el universo, enloquecido, formarle un cortejo de astros ignorados, lejanos planetas y minúsculos satélites, sin que yo me asombre.

Hoy el mar, puede convertir en llamas a sus olas; las montañas pueden disgregarse, confundirse en el nivel común; los árboles y plantas pueden echar a andar y los animales conseguir el habla humana; hoy la obscuridad puede ser luminosa y la luz inundar las tinieblas; nada de eso me llamaría la atención.

Hoy, la bondad puede ser perversa, y la maldad una bendición; las madres pueden odiar a sus hijos y las novias renunciar a sus sueños; las concepciones más fantásticas, los hechos más inverosímiles, las ideas más descabelladas, las esperanzas más absurdas, todo, todo me parecería natural, lógico, posible.

Y es que hoy, Celia mía, me has besado . . .

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