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Ricardo Palma

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Tradiciones en salsa verde

2. El carajo de Sucre

19 Capítulos

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El mariscal Antonio José de Sucre fue un hombre muy culto y muy decoroso en palabras. Contrastaba en esto con Bolívar. Jamás se oyó de su boca un vocablo obsceno, ni una interjección de cuartel, cosa tan común entre militares. Aun cuando (lo que fue raro en él) se encolerizaba por gravísima causa, limitábase a morderse los labios; puede decirse que tenía lo que llaman la cólera blanca.

Tal vez fundaba su orgullo en que nadie pudiera decir que lo había visto proferir una palabra soez, pecadillo de que muchos santos, con toda su santidad, no se libraron.

El mismo Santo Domingo cuando, crucifijo en mano, encabezó la matanza de los albigenses, echaba cada Sacre nom de Dieu y cada taco, que hacía temblar al mundo y sus alrededores.

Quizás tienen ustedes noticia del obispo, señor Cuero, arzobispo de Bogotá y que murió en olor de santidad; pues su ilustrísima, cuando el Evangelio de la misa era muy largo, pasaba por alto algunos versículos, diciendo: Estas son pendejadas del Evangelista y por eso no las leo.

Sólo el mariscal Miller fue, entre los prohombres de la patria vieja, el único que jamás empleó en sus rabietas el cuartelero ¡carajo!

Él juraba en inglés y por eso un God dam! de Miller, (Dios me condene), a nadie impresionaba. Cuentan del bravo británico que, al escapar de Arequipa perseguido por un piquete de caballería española, pasó frente a un balcón en el que estaban tres damas godas de primera agua que gritaron al fugitivo:

- ¡Abur, gringo pícaro!

Miller detuvo al caballo y contestó:

- Lo de gringo es cierto y lo de pícaro no está probado, pero lo que es una verdad más grande que la Biblia es que ustedes son feas, viejas y putas. ¡God dam!

Volviendo a Sucre, de quien la digresión milleresca nos ha alejado un tantito, hay que traer a cuento el aforismo que dice: "Nadie diga de esta agua no beberé.

El día de la horrenda, de la abominable tragedia de Berruecos, al oírse la detonación del arma de fuego, exclamó Sucre, cayendo del caballo:

- ¡Carajo!, un balazo...

Y no pronunció más palabra.

Desde entonces, quedó como refrán el decir a una persona, cuando jura y rejura que en su vida no cometerá tal o cual acción, buena o mala:

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