Yo sé bien que vas lanzado,
Cual un bruto desbocado
Que las bridas no sujetan,
Y a quien deja el conductor de gobernar,
Aguardando vigilante,
Que vencido, jadeante.
Se desplome de rodillas,
Faz a faz del infinito, el animal.
Porque Dios, como el auriga
Cuenta más con tu fatiga
Que con ese frágil freno,
Que con esa turbia luz de tu razón;
Y ha sacado del hastío,
Como al mundo del vacío,
Los estados más hermosos,
Los destellos más sublimes de tu yo.