Yo sé bien que muchas veces,
Tú vacilas, tú decreces,
Por exceso de cualquiera
De las dos aspiraciones de tu ser;
Pues el hombre verdadero
Ni es deleite, todo entero,
Ni es, tampoco, todo fiebre,
Todo anhelos inauditos de ascender...
Como el tallo de la hiedra
Que se dobla y se desmedra,
Si le faltan en el muro
Circunstancias aparentes de arraigar;
Y el placer y las pasiones
Serán siempre los arpones
Con que vayas escalando
La divina, la suprema claridad.